Azucena Pacho, en la cocina de su csa de Eivissa, reclama unas condiciones dignas para ella y sus dos hijos. Foto: VICENÇ FENOLLOSA.

«No tengo ni para hacerle un pure de verduras para mi hijo», confiesa Azucena Pacho, una madre soltera de dos hijos, una niña de 10 años y un bebé de 11 meses, que pide a la administración que establezca los mecanismos necesarios para vivir en condiciones adecuadas. «Estoy bloqueada, furiosa y enfadada», asegura indignada mientras relata su historia.

Azucena llegó a Eivissa hace seis años procedente de Lanzarote. Hace tres años logró que su hija, que por entonces vivía con los abuelos, se reuniera con ella en Eivissa. Durante todo este tiempo ha sobrevivido como camarera, limpiando casas, ayudante de cocina o costurera. Todos trabajos temporales. La suerte, en ocasiones, no le ha acompañado. «Trabajé en un restaurante del puerto, pero no me pagaron», recuerda. Ahora está pendiente de un trabajo en otro restaurante, pero de noche. Sin embargo, se pregunta cómo va a pagar a una niñera «para que esté con los niños durmiendo en un sitio lleno de humedad y, además, tampoco tengo dinero para pagarle».

Su meta es un trabajo fijo y vivir en condiciones más dignas. No tiene dinero para el alquiler y sobre ella pesa un desahucio. Azucena muestra la casa. Hace meses que se le estropeó el calentador del agua caliente. La pintura de las habitaciones apenas consigue disfrazar la humedad que rezuma por las paredes. «La casera se negó a arreglar la casa, yo no pago el alquiler y ella me desahucia», comenta Azucena. Ha recurrido a los servicios sociales del Ayuntamiento de Eivissa, pero asegura que esa ayuda es insuficiente. Muestra el vale de comida donde se incluyen los alimentos para una semana: un bote de crema de cacao, media docena de huevos, dos barras de pan, un litro de leche, un kilo de patatas, un pollo, dos latas de sardinas y un paquete de galletas. «Una niña de diez años necesita más de un litro de leche a la semana. No pido langostas sino una alimentación adecuada», reclama. No ha encontrado en los servicios sociales la ayuda que necesita y se lamenta de que la traten «como si fuera una toxicómana». Ahora está pendiente del salario social.