Gente de Ibiza

«Mi madre murió cuando yo tenía cuatro años; me crió mi madrastra»

Carmen Riera pasó su infancia en el barrio de sa Penya y en ‘ses Protegides’

Carmen tras su charla con Periódico de Ibiza y Formentera. | Toni Planells

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Carmen Riera Ferrer (Sa Penya, 1961) ha vivido de cerca la transformación de Ibiza en las últimas décadas. Criada en el emblemático barrio de sa Penya, su infancia estuvo marcada por la convivencia con sus amigas gitanas y la educación en el colegio de las monjas de San Vicente de Paúl. Desde joven asumió responsabilidades familiares, cuidando de su madrina y enfrentándose a la pérdida de seres queridos. Actualmente, disfruta de su vida entre Vila y el campo en s’Estanyol, donde mantiene vivo el vínculo con sus raíces.

—¿Dónde nació usted?

—Nací en Sa Penya. Soy de Can Rei y la única hija que tuvieron mis padres, Vicent y Catalina.

—¿A qué se dedicaban sus padres?

—Mi padre era portuario y a mi madre no la conocí más que por alguna fotografía. Murió cuando yo solo tenía cuatro años. Quien me crió fue mi madrastra, Antònia. Ella cuidaba de mí cuando era una niña, a la vez que de mi madrina, Juana, que era mayor y vivía con nosotros.

—¿Cómo recuerda su infancia en Sa Penya?

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—Jugando con las amigas. Casi todas eran niñas gitanas de sa Penya. Estaban Sole, Lela o Dulce y siempre íbamos juntas por todos lados, cuando no venían a jugar a mi casa. Ellas no, pero yo iba al colegio a las monjas de San Vicente de Paúl. Allí estaba muy bien y estudié hasta cuarto, cuando tuve unos 14 años.

—¿Qué hizo al terminar el colegio?

—El gandul (ríe). En realidad me dediqué a cuidar de mi tía. Antònia murió cuando yo todavía era niña. A partir de entonces empecé a ocuparme yo misma de mi madrina, de limpiar la ropa, de hacer la comida… Poco después de morir Antònia, mi padre enfermó y se fue al campo con mi tío Pep, a una casa que tenemos en s’Estanyol a pasar sus últimos días. Yo me quedé en casa sola con mi madrina y mi primo iba viniendo un día sí y otro no para ‘cuidarnos’. Hacía la compra, la comida, comprobaba que estábamos bien y volvía a marcharse. Siguió visitándome y cuidando de mí hasta hace justo dos años, cuando murió.

—¿Vivió siempre en sa Penya?

—No. Cuando construyeron ‘ses Protegides’ fuimos a vivir allí, en Sa Graduada, hasta que nos llevaron al edificio de ‘los colorines’, donde sigo viviendo hoy en día la mar de bien.

—¿A qué dedica su vida?

—A pasear por las mañanas por Vila, a hacer la comida al mediodía y, por las tardes, me voy al campo con Lupe, la viuda de mi primo, a darles de comer a las gallinas en la casa de s’Estanyol, donde también estuve viviendo durante un tiempo.