Cristina Ortega tras su charla con Periódico de Ibiza y Formentera. | Toni Planells

Cristina Ortega (Ibiza, 1989) es una habitual en los conciertos de las bandas ibicencas, bailando y cantando sus canciones como una fan más. Sin embargo, también es fácil verla en el escenario, invitada por grupos como Canallas del Guateke, interpretando alguna de sus versiones favoritas. Esta cantante ibicenca encontró refugio en la música desde bien pequeña, lo que le ayudó a superar episodios de bullying en el colegio y en el instituto. Hoy combina su pasión por la música con su trabajo como camarera en el bar de Can Ventosa.

—¿Dónde nació usted?

—Nací en Ibiza. Soy la mayor de dos hermanas; Neus es mi hermana pequeña.

—¿A qué se dedican sus padres?

—Mi padre, Manolo, ha trabajado siempre dentro del mundo de la náutica y, últimamente, está colaborando con Un Mar de Posibilidades. Mi madre, Carmen, ya está jubilada; antes trabajó como subdirectora de un hotel.

—¿Ha vivido siempre en Ibiza?

—Así es: soy vilera, vilera. De hecho, mi abuelo, Leandro Juan, fue un médico muy respetado en su tiempo y, aunque yo no llegué a conocerlo, hay quien se ilusiona al saber que soy su nieta.

—¿Dónde fue al colegio?

—Desde que tuve uso de razón hasta que terminé 4º de la ESO fui a las monjas de la Consolación. Allí aprendí mucho, sobre todo a saber distinguir a las personas tóxicas. La verdad es que he aprendido más a relacionarme con las personas desde que trabajo como camarera.

—Nos habla de ‘personas tóxicas’ en el colegio. Los niños pueden llegar a ser muy crueles, ¿se refiere a eso?

—Exactamente. La friki, la gafotas, la bicho raro, la que se queda apartada… En el instituto manda la ley de la selva. En cuanto te encuentran un punto débil, atacan sin compasión y, si no tienes un grupo de amigos que te apoye, estás perdida. Yo siempre tuve el apoyo de mi hermana, eso sí. Hay muchas maneras de hacer bullying: no hace falta que te peguen, el hecho de que te ignoren también es doloroso. Haces todo lo posible por intentar encajar sin conseguirlo y, al final, te acabas aislando. Los mejores amigos que hice en el instituto fueron profesoras: Ana María, Margarita, Rosa —por la que me llevé un balonazo al ponerme en medio para que no le diera a ella—, o doña Amelia, que fue mi primera profesora de música, mi verdadera pasión. Decían que yo era la enchufada de los profes, pero es que eran los únicos que no se metían conmigo.

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—¿Qué opinión le merece la gente que hace bullying?

—Son cobardes. Van a por la persona más frágil. Valiente es quien sufre el acoso; quien lo practica es un cobarde. Siempre actúa rodeado de sus cómplices, que le apoyan y hacen el trabajo sucio; nunca le verás solo ante su víctima. Lo que para unos no significa nada, para otros puede ser todo un mundo.

—¿Qué consejo le daría a quien sufre bullying?

—Que hable de ello con sus amigos, con los de verdad. O con los padres, aunque yo no lo hice en su momento porque creí que les parecerían ‘cosas de niños’.

—¿Qué le diría a alguien que lo practica?

—Que piense que cada persona es un mundo. Que lo que le puede parecer una debilidad tal vez sea un punto fuerte en esa persona. Tal vez mi punto débil fue siempre la sensibilidad y la empatía, pero ahora lo veo como uno de mis puntos fuertes. Jamás juzgo a nadie.

—¿De dónde le viene su pasión por la música?

—Yo diría que me viene de mi madre, que tocaba la guitarra de oído. Yo intento tocar el piano de oído, como ella, pero mi instrumento es la voz y, como no sé tocar dos instrumentos a la vez, me conformo con la voz. Desde que terminé los estudios, me he centrado sobre todo en aprender música. Desde pequeña fui al Patronato, con Fede, Jordi y Lourdes, pero también estuve en La Clave de Sol. Ahora estoy en el Cor Ciutat d’Eivissa y en el coro de góspel de Joaquín Garli. La música, igual que la lectura, siempre ha sido mi refugio.

—Háblenos de sus bandas favoritas.

—Sin duda: Ressonadors. Por desgracia, ya no se juntan, pero Somosuno era otro de mis grupos favoritos: era su fan número uno. ¡Me invitaban a los ensayos y todo! Sin embargo, si tengo que estar agradecida a alguien, es a Canallas del Guateke. Gracias a ellos me he subido muchas veces a un escenario para cantar ‘No dudaría’, de Antonio Flores. ¡Ahora también canto con ellos ‘Un beso y una flor’, de Nino Bravo! Lo que no os he contado es que, desde 2023, tengo mi propia banda junto al pianista Pablo García Ortiz, Magic Moments, con la que hacemos versiones de ‘Sonrisas y lágrimas’ o ‘Mary Poppins’. Entre los dos hemos compuesto un tema para nuestro añorado Iván Mérgola: ‘Ángel de música’.

—Nos ha contado que trabaja como camarera.

—Así es. Hace dos años que trabajo en la cafetería de Can Ventosa. Es de lo mejor que me ha pasado en la vida. Aquí, los domingos tengo mi momento en el baile, cuando la cantante descansa un momento y me pongo yo (ríe). Aquí la clientela es del club de mayores, que es muy ‘guay’, pero también muy exigente. Al principio había un grupito que no me tragaba; ahora somos carne y uña. Somos amigas. Sin embargo, tengo que decir que aquí también he visto bullying entre la gente mayor. He visto cómo apartaban a una señora de más de 90 años ‘porque juega muy lento’. Ahora lleva tiempo sin venir.