Juanito en la tienda de moda masculina de su hijo Alberto. | Toni Planells

Joan Ferrer, Juanito es sastre, (Ibiza, 1934) es hijo de un marinero que falleció embarcado a los 28 años. Nació frente al mar, en el puerto de Ibiza y creció en Sa Penya hasta su matrimonio con Paquita en 1961. Es uno de los últimos testimonios del oficio de sastre en Ibiza.

— ¿Quedan sastres en Ibiza?
— Alguno quedará. Cuando yo trabajaba, al principio, habría unas nueve o diez sastrerías: Casetes, Balansat, Musson, Sala, Anselmo, Mariano de s’aigua, Joaquín, Paco, o Toni Furnet, que fue quién me vino a buscar como sastre. Ahora ya no queda ninguna. Los sastres que quedamos estamos todos muy mayores ya: Pepe d’es Puig hace tiempo que apenas sale de casa, de Balaçat no estoy seguro ni de si sigue vivo (de ser así tendrá ya más de 90 años). También hay un tal Toni que es un poco más joven que yo, Adrián que tendrá unos ochenta y tantos y Juanito de Sant Antoni, que creo que también sigue vivo.

— ¿Empezó usted muy joven?
— Sí, empecé a los 12 años como recadero en Can Pere d’es Puig, que estaba en un rincón en la Plaça de Vila. Recuerdo que la puerta estaba agujereada por la metralla de una bomba que cayó allí mismo (creo que mató a una persona, pero claro: yo de eso no me acuerdo). En invierno hacía mucho frío y teníamos que tapar esos agujeros. La sastrería d’es Puig era de las más importantes de entonces, habría unas tres o cuatro chicas y tres o cuatro chicos más: ocho o nueve personas en total. Cuando llegó el turismo hacíamos trajes para una tienda de Sant Antoni, que era de Portmany, dónde iban muchos franceses. Nosotros íbamos hasta allí con la moto a tomarles las medidas a los franceses, les hacíamos los trajes y volvíamos para probárselos. Más adelante compraron un coche, un Buick americano, para hacer estos viajes.

— ¿Estuvo allí mucho tiempo?
— A los 24 años ya había aprendido lo suficiente como para montar un taller y me puse por mi cuenta en la calle de la Virgen número 12 primer piso. No tenía más de 30 metros cuadrados y allí mi madre y yo vivíamos y cosíamos los trajes. Años más tarde, sobre 1973, me mudé a la tienda de la calle Pere Cabrer Tur.

— ¿Todas las sastrerías estaban en Ibiza?
— Diría que sí. De hecho la primera en SantAntoni la abrió Juanito, que era de allí y trabajaba conmigo. Un día le dije que por qué no se montaba por su cuenta allí. ¿Qué diablos hacía cada día viniendo desde allí para trabajar en mi casa? Me hizo caso y le fue muy bien: tuvo una de las tiendas de moda más grandes de Sant Antoni, J. Ribas.

— ¿Quienes se acercaban a una sastrería?
— Todo el mundo. Unos años después de ponerme por mi cuenta abrió una tienda, Ardis, que tenían ropa de confección, pero hasta entonces quién quería un traje tenía que pasar por un sastre. Cuando llegaban fechas importantes la gente venía a hacerse un traje. El momento de pico más alto de trabajo era para Navidad. Cuando llegaba el mes de noviembre no había ninguna sastrería que pudiera coger más encargos. Pero todo eso desapareció hace muchos años.

— ¿Cómo funcionaba eso de hacerse un traje a medida?
— Entonces el 99% de los trajes se vendían en las tiendas de telas. Los sastres no tuvimos telas hasta más adelante. El cliente se acercaba a la tienda de tejidos, a Can Xinxó por ejemplo, y desde allí les acompañaban al sastre con las telas, forros y demás. Allí se le tomaban las medidas, se cortaba la tela y se cosía el traje. Se hacía siempre por encargo y a medida. Además todos los sastres estábamos en Vila, quién quería uno tenía que venir hasta aquí. Venían de todos los pueblos.

— ¿Recuerda haber vestido a algún personaje célebre de esos tiempos?
— En aquella época hacía pantalones a los Villangómez, también para Riquet, que en aquellos entonces tenía un edificio y una tienda (al final de Vara de Rey) que le iba muy bien, era de los más ricos. Pero yo cosía para todo el mundo.

— ¿Había diferencia entre los clientes de distintos estratos sociales?
— Bueno, más adelante los sastres empezamos a ir teniendo cortes de telas. Con ellos hacíamos algún pantalón. A veces los clientes te traían la tela y a veces se la vendías tú. Eso empezó a depender del cliente. También es verdad que tanto los pantalones como los chalecos no los hacíamos los sastres. Los hacían las pantaloneras, que eran mujeres que lo hacían en su casa. Nosotros cortábamos la tela, les montábamos un paquete con todo lo necesario (telas, cremalleras y forros) y se la llevábamos para que los cosieran. En los talleres los sastres lo que cosíamos eran las americanas o abrigos.

— ¿Siguió cosiendo en la calle Pere Cabrer Tur?
— No. Bueno, el primer año sí que tenía el taller aquí detrás, pero solo hice algún pantalón suelto, no lo recuerdo bien. Ningún traje, eso sí. Aquí es dónde empecé a hacer medida industrial (que es como sigue trabajando mi hijo Alberto a día de hoy). Los trajes me los hacían en una fábrica de Barcelona, Euroestil, que desapareció hace ya muchos años.

— ¿En qué consiste la medida industrial?
— Desde aquí tomamos las medidas y lo cosen en una fábrica. La confección se comió a la medida cuando la industria textil se desarrolló en España, a mediados de los setenta. Hubo una revolución que se comió a las sastrerías a medida.

— ¿Era un trabajo duro?
— Sí era mucho trabajo. Hacía muchas horas. Sólo piensa en cómo planchábamos: con planchas de carbón. Eran un peligro, había carbón (del barato) que salpicaba chispas y si no ibas con cuidado podías quemar un traje. Solo el tema de la plancha ya era muy delicado. Le sacábamos el brillo a los trajes con paños húmedos, había que mantener la plancha caliente, pesaba una barbaridad... La plancha era un martirio.

— ¿Cuántos trajes podía hacer a la semana?
— A la semana haríamos seis o siete trajes cuando había más trabajo. Pero para hacer un traje se necesitaba todo un equipo de gente, no lo hacía uno solo. Uno hacía los cantos, otro lo montaba, otro ponía las mangas, otro planchaba... Era un proceso muy largo. Por eso ha desaparecido. Hoy en día no hay nadie que pueda trabajar así. Bueno los sastres italianos, y por eso un traje de los suyos vale cuatro o cinco mil euros.

— ¿Hay mucha diferencia entre un traje de un sastre y el de la industria textil?
— Hay una industria de primera calidad, en Italia y en España, que ofrece un producto que es superior al que te pueda ofrecer el mejor sastre. Eso sí, hablamos de industria de calidad, uno de esos trajes vale a partir de 1.500 euros.

— ¿La sastrería es un oficio en extinción?
— No. No es un oficio en extinción: el oficio de sastre está acabado.