Imagen de archivo de una de las habitaciones de la residencia de mayores de Formentera.

«Los ancianos están aparcados en una sala, viendo la TV todo el día. Antes podíamos sentarnos con ellos a hablar, a hacer actividades. Ahora es imposible. Es muy lamentable». Quien así habla es una trabajadora sociosanitaria de la residencia de mayores de Formentera, un centro que gestiona al Consell de la isla y que está en el punto de mira tras una denuncia formulada por UGT el pasado jueves.

La misma trabajadora, que en su charla con Periódico de Ibiza y Formentera pide no dentificarse por temor a represalias en su día a día, relata que «las soluciones no pueden esperar más porque quienes están sufriendo esta situación no somos solo nosotras, son los usuarios». Exige «el cese de la directora de la residencia, e, incluso, de la consellera, Cristina Costa». Sobre la primera relata una serie de comportamientos «inaceptables». Sobre Costa, asegura que las trabajadoras sociosanitarias llevan «un mes pidiéndole una reunión para solucionar al situación y no hay manera». Costa retomó el cargo el pasado 27 de diciembre, tras la moción de censura que sacó a Llorenç Córdoba del Gobierno insular y permitió a Sa Unió recuperar el poder en la isla. Fue también titular del área entre junio de 2023 y junio de 2024, cuando los consellers de Sa Unió dejaron sus cargos con la pretensión de forzar a Córdoba a dimitir.

Dirección política

A juicio de esta trabajadora, «el problema es que se está haciendo política con esto, en lugar de mirar por los usuarios y los trabajadores». «La dirección de este centro», añade, «no debería ser política. Habría que elegir a un profesional en esto. Y ahora tenemos a una directora a la que le faltan empatía y educación».

Relata que el origen del problema está en las «imposiciones» de la dirección. Sobre todo en el tema de los horarios. Y explica que la orden de la directora de cambiar estos ha provocado que las sociosanitarias no tengan realmente tiempo para «estar con los mayores, hablando y haciendo actividades, que es lo que se ha hecho con ellos desde que el centro abrió sus puertas». Ahora, asegura, a primera hora hay solo dos personas debido a que la tercera que debería hacer el turno está de baja «por estrés laboral». Como otras dos compañeras. «Otras tres, yo misma», añade, «podríamos estar también de baja y no nos vamos por no perjudicar aún más a las que se quedan. Ahora mismo somos dos personas por la mañana. Una tiene que levantar ella sola a los usuarios en una hora. Y la otra tiene que preparar los desayunos. Es imposible trabajar así».

La situación se agrava porque, según su relato, están «obligadas a darle atención individual a una usuaria en concreto». «No sabemos por qué pero la orden es que con esta señora hay que estar una hora por la mañana y otra por la tarde, sin atender al resto de mayores», denuncia, «esta señora, además, tiene allí a su propia cuidadora cuando eso está prohibido. Y esa cuidadora pretende darnos lecciones de cómo hacer nuestro trabajo cuando ella no tiene ni formación».

Emergencia

La lista de despropósitos es larga. La misma trabajadora explica que, si por la noche hay algún problema, la sociosanitaria, antes de llamar al 061, «tiene que pedir autorización a un técnico que ha de estar guardia». Y añade: «Yo lo he sufrido esto. Una usuaria se encontraba mal y pensé que había que avisar al 061. Llamé el teléfono del técnico de guardia, que era el psicólogo, que es novio de la directora. Primero le avisé desde mi Whataspp personal pero no me contestó. Llamé desde el teléfono de la residencia al teléfono de guardia que tenía que tener con él y tampoco contestó. Tampoco cogió al llamarle a su número personal. Llamé al teléfono profesional de la directora y al personal y tampoco cogió nadie. Luego él llamó desde el teléfono de guardia. Y al día siguiente vimos que el registro de llamadas del teléfono de la residencia estaba borrado».

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Según esta trabajadora, «las salidas de emergencia están cerradas con llave y nadie sabe quién la tiene y las otras se cierran con un bloqueo eléctrico». Si algo sucediera, y se repitiera la situación de que nadie contestara al teléfono de guardia, «no se podría salir del centro».

Una segunda trabajadora, de baja médica, amplía las denuncias de la grave situación que, según su versión, atraviesa la residencia de mayores. Al igual que su compañera, esta sociosanitaria considera que la situación es muy arriesgada sobre todo por la noche, cuando una sola trabajadora tiene a su cargo a todos los usuarios: «Hay dos pasillos. Si yo tengo que levantar por lo que sea a una usuaria que pesa 100 kilos y en el otro pasillo otro usuario vomita y se atraganta, ¿qué tengo que hacer? Estoy yo sola. La dirección echa balones fuera. No llegamos; ésa es la situación. No estamos atendiendo a la gente como deberíamos. La directora y los técnicos nos hablan de ratios, que se cumplen, pero la realidad es ésta, que una sola persona tiene que levantar a 18 ancianos en una hora y que por las noches hay solo una persona para atenderlos. No es humano».

«Nunca he visto algo así»

La misma trabajadora relata que su sueldo ronda los 1.300 euros netos al mes. «Tengo 14 años de experiencia», asegura, «y nunca he visto algo como lo que pasa aquí. Nos dicen que están abiertos al diálogo pero no es verdad. La directora siquiera ha presentado a la mesa de negociación el horario que nos ha impuesto». Denuncia que estas trabajadoras se están viendo obligadas a realizar tareas que no les corresponden, como es el caso de las curas, que debería llevar a cabo la enfermera: «Dicen que estamos supervisadas por la enfermera y no es cierto porque no viene ni por las tardes ni los fines de semana. Los sociosanitarios no tenemos que hacer este trabajo y se te queda muy mal cuerpo cuando estás haciendo algo así sabiendo que no tienes ni idea».

Estas trabajadoras sienten, afirma, «mucha rabia e impotencia» y exigen que «como mínimo, se haga una inspección sobre lo que está pasando».

«Esto afecta a los ancianos de manera negativa», asegura. Y relata escenas que no deberían producirse en un centro en el que los mayores han de pasar la última etapa de sus vidas: «Hemos estado más de 10 días sin agua caliente. Los pobres estaban ya con la piel sequísima. Sí, los aseábamos y lavábamos. Pero no se les ha podido duchar en esos 10 días. Yo trabajo 12 horas y después me voy a mi casa pero esta gente está aquí las 24 horas».

Esta segunda trabajadora afirma a modo de conclusión: «Esto es un trabajo vocacional. Te tiene que gustar mucho. La dirección nos dice que no tratemos a los usuarios como si fueran familiares. En asistencia domiciliaria, tú tienes una hora para asear a una persona. Aquí hay una persona para levantar a todos en una hora. No es humano».