Una niña jugando al limbo. | Arguiñe Escandón

En un mundo en el que las pantallas digitales han ganado la partida a los juegos tradicionales de toda la vida, el Ayuntamiento de Ibiza se propuso este domingo intentar revertir la situación, al menos por un día. Para ello, celebró el Día de las Familias organizando una divertida jornada dedicada a niños y mayores en el Parque de la Paz.

Castillos hinchables para que las familias interactuaran, tres talleres para potenciar la creatividad de los pequeños y juegos tradicionales como ‘La Oca’, lograron animar una soleada mañana.

«Hemos invitado a los padres a realizar todos los talleres con sus hijos, en familia, para poder compartir así este día», comentó la segunda teniente de alcalde y responsable del Área Social del Ayuntamiento, Catiana Fuster, quien anunció que su objetivo es repetir esta iniciativa en próximos años.

Los ‘foodtrucks’ participantes ofrecieron un menú dedicado en esta ocasión a los pequeños de la casa: hamburguesas, brochetas de fruta o limonada.

La concejala destacó la importancia de recuperar los «juegos de barrio» de toda la vida y aprovechó para agradecer la colaboración en esta jornada de la asociación vecinal de Es Clot.

Una librería de la zona, Barco de Papel, quiso participar también al ser «una forma de reunir a los niños y que jueguen más». Entre su material, varios libros exponían los diferentes tipos de familias existentes y daban a conocer divertidos juegos «para que los niños los disfruten con sus padres». De hecho, Sandra comentó cómo en los últimos años se ha perdido el interés por juegos como el parchís que, además de entretener, pueden servir para que los más pequeños aprendan a contar.

Un gran tablero de ‘La Oca’ desplegado en el suelo, un ‘Tres en Raya’ a tamaño natural o el tiro con arco, hicieron que padres e hijos se animaran a probar.

Éder, de nueve años, y su hermana Eira, de siete, retaban a su madre en el tiro con arco. Los hermanos aseguraron que todo lo que les habían preparado era «muy guay».

También Sonia y David se acercaron al parque con su hijo Hugo de cinco años, quien al principio observaba todos los juegos con cierta timidez. En cuanto un amiguito le animó a entrar en un castillo, Hugo comenzó a saltar y a jugar sin parar. Los padres, según reconocieron, iban a pensar un poco si atreverse o no con algunos de los juegos.

Muy cerca, en uno de los talleres, los niños tenían a su disposición todo tipo de materiales, incluso pasta de sal, para dibujar el tipo de familia que ellos conocen. En otro taller, podían también confeccionar pulseras junto a sus padres. «El resultado es siempre sorprendente», comentaron los monitores.