Entre los puestos del decano de los mercadillos se encuentran vendedores originarios de todas las partes del mundo. Por ejemplo, Aida Rodrigues viene de Brasil y lleva desde 1997 en el mercadillo de Punta Arabí vendiendo pulseras, collares y todo tipo de complementos ya que, tal como explica, «siempre hay que renovarse». Respecto al mercadillo de Punta Arabí opina que «es un mercado muy agradecido, desde aquí la temporada está siendo relativamente buena, no como en otros lugares como en el Puerto, donde tengo una tienda y no está yendo todo lo bien que desearíamos». Rodrigues también explica el trabajo que supone mantener un puesto en un mercadillo de este tipo, «los miércoles me levanto a las 5:30 de la mañana y no vuelvo a casa hasta las nueve de la noche».
Christina viene de Suecia y lleva 25 años en el mercadillo de Punta Arabí vendiendo relojes, «los mejores de Ibiza», según asegura. «Antes se hacía más negocio del que se hace ahora» afirma Christina, que explica que «ahora es verdad que se ve mucha gente, pero para ellos no somos más que decoración». El argumentario de la sueca sobre la bajada del rendimiento de los puestos defiende que «antes solo estaba el de Punta Arabí, pero ahora hay mercadillos por todos lados y todos los días».
Tercera generación
Entre los puestos más veteranos de Punta Arabí se encuentra el que regenta Elisa, que ha tomado el relevo de la iniciativa que puso en marcha hace 46 años su padre, Fernando Jiménez, y en el que vende pósters, música y merchandising de las discotecas. «Al principio mi padre vendía velas, luego ropa para niños para después centrarse en la venta de música y de pósters del Flower Power», explica Elisa mientras Sílvia, su hija, toma nota y aprende el oficio para, quién sabe, convertirse en la tercera generación de paradistas en el mercadillo.
Victoria también representa la segunda generación de responsables del puesto que abrieron sus padres, Leo y Pachi, en 1981 tras huir de la dictadura argentina y asentarse en Ibiza. «Mis padres empezaron vendiendo ropa, cajitas o caracolas antes de vender bisutería», explica Victoria, que es la secretaria de la Asociación de Comerciantes del mercadillo y que sigue vendiendo piezas de bisutería en su puesto. Tal como relata Victória, su infancia está totalmente relacionada con este mercadillo, «cuando era pequeña y mis padres estaban atendiendo el puesto, los niños nos tirábamos todo el día juntos, jugando y colándonos en la piscina hasta que Vicente nos echaba antes de volver a colarnos».
El decano
Sin embargo, el decano de los vendedores en el mercadillo de Punta Arabí es Lucio. De origen brasileño, Lucio lleva vendiendo su artesanía desde que se puso en marcha este mercadillo hace ahora medio siglo. «Al principio hacía bisutería, luego me dediqué al cuero y, hace 20 años, me dedico a hacer collares personalizados con el nombre de los clientes», asegura el veterano que, además explica con orgullo que «este es el único mercadillo con el que trabajo y vivo todo el año con lo que gano aquí. Ha podido mantener a mi familia trabajando aquí y hoy ya tengo nietos y biznietos». Preguntado por la edad, Lucio responde con ironía y humor que «hace tiempo que ya no cumplo años, yo simplemente duro».
Otro de los elementos más veteranos del mercadillo no es humano, se trata de la furgoneta de Bonanza, que también viene vendiendo helados, granizados y horchata desde el primer día, de la misma manera que ya lo hacía en Sa Berenada de hace más de medio siglo. Lina lleva atendiendo desde el interior de este clásico de las celebraciones ibicencas desde hace 13 años.
En contraposición, Nicole y Carlos, de origen suizo y colombiano respectivamente, se estrenan este año vendiendo joyería y moda y se muestran encantados, «está siendo una experiencia muy buena. La organización, los vecinos… todo está francamente bien montado, aunque este año parece que no está yendo tan bien como se esperaba».
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Periódico de Ibiza y Formentera
De momento no hay comentarios.