Vicent Marí, presidente de los apicultores, minutos antes de la charla con 'Periódico de Ibiza y Formentera'. | Irene Arango

Vicent Marí es un experto apicultor que preside la Asociació d’Apicultors d’Eivissa i Formentera desde 2016. Este sábado a las 11.00 horas en Can Andreu d’es Trull de Sant Carles ofrece una conferenciasobre la evolución de las colmenas tradicionales a través del tiempo en Ibiza y Formentera, tema principal de su último libro, editado en marzo de este mismo año.

—¿De qué hablará en su conferencia?

—Principalmente hablaremos de las colmenas tradicionales en Ibiza, sin dejar de dar una pincelada sobre las de Formentera. Allí, tras la repoblación, las colmenas tenían una serie de características que las definían. Sin embargo, estas colmenas eran las de la cuarta época y se mantuvieron hasta la llegada de las colmenas móviles, que llegaron en el último tercio del siglo XX.

—¿A qué se refiere con las colmenas de la cuarta época?

—Yo entiendo que, en Ibiza, ha habido cuatro épocas claramente diferenciadas en la evolución de las colmenas. En la primera, las colmenas estaban fabricadas a base de acebuche o de savina, forradas de hojas y recubiertas con tierra blanca y cal. La segunda época se caracteriza por el uso de troncos de algarrobo, higuera o de almendro previamente ahuecados. En la tercera época, por influencia del norte de África, se empezó con el uso de la cerámica. Sin embargo, no llegó a funcionar, ya que aquí los inviernos son muy fríos, en contraste con el calor de los veranos y eso no les gusta nada a las abejas. La cuarta época llega cuando se empezaron a aprovechar las estructuras antiguas colocándolas sobre cuatro tablas para hacer allí el nido de cría. Los fondos se hacían de madera o de marés para que no se pudriera.

—¿Hasta cuándo se usaron este tipo de colmenas?

—Tanto las de la cuarta como las de la segunda época se utilizaron hasta el último tercio del siglo XX, con la llegada de las colmenas móviles. Durante el siglo XX, a través de toda Europa, se fue innovando y avanzando en cuanto a la construcción de colmenas hasta llegar a la colmena que usamos a día de hoy. La colmena móvil fue toda una revolución: permitió hacer trashumancia sin que las abejas dejaran de estar a gusto, la producción aumenta y la extracción no es tan estresante para ellas. Las ventajas son tan apabullantes que, a su llegada, la colmena móvil sustituyó a la tradicional en cuestión de cinco años, entre los 80 y 90, hace prácticamente cuatro días. El primero en tener este tipo de colmenas, de la casa Masanet de Barcelona, en Ibiza fue un gran entusiasta de la apicultura, Pep Casetes. A partir de ese momento se empezaron a hacer cursos y demás hasta el punto de que se impulsó la asociación, de la mano de Javier Pablos, cuyo acta se firmó en noviembre del 89. En ese momento se empezó a impulsar la apicultura en Ibiza.

—¿Qué papel jugaba la apicultura en el campo tradicional ibicenco? ¿Era habitual que las fincas tuvieran su propia colmena?

—Piense que la miel era con lo que se endulzaba cualquier tipo de repostería. Desde la salsa de Nadal a los buñuelos, el flaó o las orelletes. Relativamente todas las fincas tenían sus colmenas. Normalmente se tenía entre media y una docena de colmenas, aunque conozco una casa en Fruitera que tenía 204.

—La extracción de miel en las colmenas tradicionales, ¿era sencilla?

—No. Había que romper la colmena. La primera cosecha se hacía por Santa María y, la segunda, en Navidad para hacer la salsa. En la primera se abría por delante, siempre por la noche, y    con un hierro que tenía una espátula se cortaba hasta llegar al nido de cría. Allí ya se paraba y se volvía a tapar hasta la próxima cosecha. En casa se exprimían los paneles varias veces, hasta se prensaba con un pañuelo. Con la cera se hacían las velas. De hecho, la iglesia no quería otras velas que no fueran de cera de abeja. La segunda cosecha tenía el mismo funcionamiento, pero se abría por detrás, hasta que se llegaba al nido.

—Las colmenas ibicencas ¿tienen elementos que las diferencien del resto?

—Sin duda. Las colmenas ibicencas tienen una serie de características que las hacen únicas en el mundo. Por un lado está la dispersión, no hay un patrón definido en el emplazamiento de nuestras colmenas. Tan pronto te las encuentras separadas por uno, dos o cuatro metros, como que te encuentras unas mirando a levante y otras a poniente. Depende siempre de la orografía del terreno. Por otro lado está la construcción, en la que se usan cuatro losas de piedra que bien recuerdan al monumento megalítico de Ca na Costa. La rocalla a modo de drenaje que se pone debajo de la colmena, la altura a la que se eleva (unos 25 centímetros), el revestimiento de tierra, el aislante a base de posidonia… este tipo de construcción no se encuentra en ningún lado.

—¿Existe hoy en día alguna colmena tradicional en funcionamiento?

—Así es. Un socio octogenario de Corona tiene seis y sigue cuidando de las que tenía su abuelo. Está más que satisfecho, solo tiene de estas y no quiere usar de ningún otro tipo.

—¿Qué momento vive la apicultura ibicenca?

—Estamos viviendo un momento tremendamente dulce, nunca mejor dicho. Gracias a las campañas mediáticas que se han hecho, se ha despertado un interés muy importante en un sector de gente muy comprometida con la sostenibilidad, el Medio Ambiente y por favorecer al sector primario. Se ha pasado de una cuota de colmenas de Balearaes del 18% al 28% en cuestión de 10 años. Tenemos el doble de colmenas que Menorca. Además, la miel ibicenca está dando la vuelta por medio mundo y ganando medallas de oro internacionales. Concretamente, el año pasado en Londres, ganamos dos medallas de oro entre cientos de participantes. En París, hemos repetido varias medallas de oro y plata. Sin perder de vista la Denominación de Origen que hemos conseguido para nuestra miel. La miel de Ibiza está viviendo su momento más dulce, sin duda.