El ex ministro de Transportes José Luis Ábalos sale de declarar al Tribunal Supremo. | Fernando Sánchez - Europa Press

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Si hay algo que hemos aprendido en los últimos años es que predicar desde el púlpito de la ética es mucho más fácil que practicar con ello. España es una abundante fuente de líderes hipócritas con puño de hierro y mandíbula de cristal. Una buena muestra es José Luis Ábalos, el otrora todopoderoso n°2 del partido socialista, quien, al parecer, tenía una interpretación muy peculiar de «hacer uso responsable del dinero público». Nuestro exministro (ahora exiliado) de transportes y locales de luces decidió disfrutar de experiencias íntimas colocando a una prostituta con sueldo de ministro pagada por todos. Pero ahí estaban sus compañeros de bancada para rendir pleitesía y aplausos al feminista del siglo. Otro perfil ejemplar de la izquierda del siglo XXI es nuestra apreciada madrileña Francina Armengol. La misma que, con una sutilidad digna de un maestro del ilusionismo, adjudicaba contratos millonarios de mascarillas incluso con informes de Hacienda en contra. En tiempos de pandemia, la transparencia debiera haber sido exquisita, pero, claro, ante el cansacio de conceder favores a la trama Koldo y Aldama, una se tenía que despejar con algún merecido digestivo en el Hat Bar. Y cómo olvidar a Irene Montero, la exministra que, en su cruzada por la igualdad, parió una Ley que, lejos de proteger a las víctimas, ha favorecido a cientos de delincuentes sexuales. La lucha por los derechos puede, en el mundo de la izquierda, traducirse en un verdadero festín para sus familiares y allegados, menos para los colectivos desfavorecidos que braman defender. El PSOE y sus satélites parecen estar a la vanguardia en esta nueva religión de «hipogresía» liderada por el hombre que ahora debe aspirar a Papa, al ver los últimos estertores del romano pontífice.