Viviendas en la ciudad de Ibiza. | Daniel Espinosa

En un paisaje tan idílico como el de las Islas Baleares, podría parecer irónico hablar de pobreza. Sin embargo, las cifras recientes de la ‘Xarxa per la inclusió social’ son un llamado de atención urgente. Cerca de 250,000 personas se encuentran en riesgo de pobreza o exclusión social, y mientras el archipiélago disfruta de una bonanza económica, tener un empleo ya no garantiza tranquilidad. El problema radica en la vivienda. La tasa de pobreza ha mostrado una caída de 9 décimas respecto al año anterior, situándose en un 20,6%. No obstante, este pequeño avance se ve opacado por el creciente número de familias con menores en situación de vulnerabilidad. Uno de cada tres menores está en riesgo de exclusión, y la tasa de pobreza en hogares con hijos ha aumentado al 24,4% desde el 21.3 del año pasado. El alto coste de la vida, sobre todo en vivienda, está ahogando a la población. Muchas familias destinan más del 50% de sus ingresos para poder mantener un techo, contraviniendo la recomendación de que estos gastos no deben superar el 30% de la renta. La vivienda se ha transformado en el motor del ciclo de empobrecimiento y exclusión. Andreu Grimalt, director técnico de la Xarxa, destaca que la pobreza no discrimina. No sólo afecta a inmigrantes, sino también a residentes con empleo y educación, desmitificando estereotipos. Las políticas deben enfocarse en ofrecer soluciones reales que no perpetúen la precariedad: incorporar viviendas al mercado dando seguridad jurídica a propietarios, luchando contra las 15.000 denuncias anuales por okupación ilegal, dando caza al alquiler turístico ilegal, agilizando el desarrollo del suelo urbano y haciendo políticas públicas de vivienda. Para ello se precisa más rigor y menos propaganda.