Nueve millones de euros más intereses es la cantidad que el Consell de Formentera va a tener que devolver a la Unión Europea por los fondos Next Generation que no se van a poder invertir al no haber junta de gobierno que pueda aprobar los proyectos destinatarios. Esa es solo una de las consecuencias del juego de sillas que ha llevado al colapso de la institución.

El último capítulo del culebrón es de un ridículo espantoso. Después de un mes negociando hasta la última coma de un acuerdo para una moción de censura, en el último minuto, los miembros de Compromís se piden la presidencia, reventando esta posibilidad.

Compromís justifica el cambio de guion «por respeto a la voluntad del pueblo». Deberían recordar los consellers dimitidos que lo que los ciudadanos de Formentera expresaron en las urnas el pasado 28 de mayo de 2023 fue un gobierno de Sa Unió con mayoría absoluta y le confiaron también el escaño en el Parlament.

Un cheque en blanco con el que el pueblo dejó clarísimo que esperaban un cambio radical en la gestión del Consell. Pero, claro, no este cambio.

Si los implicados en este colapso se abstrajeran un momento de su peligrosa endogamia y pudieran observar su comportamiento con otros ojos se darían cuenta del ridículo espantoso que están haciendo y al que están sometiendo a la principal institución de la isla. Me gustaría pensar que un potente rayo de luz iluminara a los implicados, abriendo un nuevo tiempo en el que la capacidad negociadora y sobre todo el respeto a los ciudadanos volviera mágicamente a ser el camino a seguir en el resto de la legislatura. Pero lamentablemente, visto lo visto, creo que el sueño no se va a cumplir, así que solo nos quedará repetir elecciones por más complicado que resulte el trámite.