Los partidos políticos y sus polémicas han vuelto a intentar monopolizar las reivindicaciones del ocho de marzo. No hay movilización pública de la que no intenten ser protagonistas para vender sus logros y los fracasos del contrario.
En Moncloa se celebró un consejo de ministros donde se aprobaron una serie de medidas imprescindibles para proteger a las mujeres víctimas de la violencia machista. Pero la ministra de Igualdad, Ana Redondo, se centró en la rueda de prensa posterior en denunciar al PP. Lo mismo que hizo Sánchez, desde Chile, o Feijóo contra el PSOE desde Madrid.
Pero la más disparatada fue la presidenta madrileña quien, en un acto conmemorativo del 8M, se preguntó: «Cuándo es el día del hombre», al tiempo que acusaba a una supuesta «revolución feminista» de llevar a cabo «un ataque al hombre, a la familia y a la maternidad». Si no sonara tan casposo, tan viejuno, despertaría la risa. Parece que Isabel Díaz Ayuso no se ha enterado de que mil doscientas mujeres han sido asesinadas en España desde 2003 a manos de hombres que las consideraban su propiedad personal.
Porque, pese a la grieta creada en el movimiento feminista por la gestión de Irene Montero, las mujeres que ayer salieron a la calle, en una u otra marcha, reivindicaban igualdad y libertad. No necesitaban que las ministras caminaran detrás de una pancarta para dejarse ver. Exigen a los poderes públicos protección frente a la violencia doméstica, esa que se practica de puertas para dentro en muchas familias a las que con tanto ardor defiende Ayuso. Los responsables de comunidades y Ayuntamientos deberán también superar la etapa de condolencias y minutos de silencio ante el último asesinato machista para ampliar las partidas presupuestarias que permitan a una mujer amenazada encontrar una casa de acogida donde refugiarse, ella y sus hijos, de golpes y maltrato.
Como el movimiento feminista deberá superar el debate «trans» y la abolición de la prostitución porque juntas somos mucho más eficaces en la reivindicación de derechos fundamentales como son la libertad y la igualdad. Lo demás viene sobrando.
Un grupo de mujeres, vestidas de blanco, que se denominan «la Santa Compaña» recordaban ayer, en Cibeles, que en la lista de asesinadas por violencia domestica faltaban las mujeres prostituidas o las asesinadas por desconocidos, y pedían un comité de crisis ante el espeluznante dato (del Consejo General del Poder Judicial) de que cada semana una mujer pierde la vida por el hecho de serlo.
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