Ya estamos inmersos en un otoño que meteorológicamente no acaba de llegar con temperaturas cercanas a los treinta grados todos los días, dejando atrás un verano en el que los termómetros han vuelto a estar por encima de la media de esta época del año. Eso si, nada que ver con el verano del 22, cuando el 18 de agosto, Formentera batió el récord de temperatura máxima en Baleares con 44,5 grados. Aquel día de calor extrema venía precedido de muchas jornadas de temperaturas extremas y la acumulación es fatal para los cuerpos, especialmente para los mayores.
A estas alturas es absurdo negar el calentamiento global, ya que se ha convertido en una obviedad que todos comprobamos en nuestro día a día.
Por ese motivo la agenda política debe pasar a la acción de manera urgente, más allá de pequeñas operaciones de maquillaje, bajo el paraguas de la perversa palabra que vale para todo: sostenibilidad.Está bien que los ciudadanos de a pie, andemos separando plastiquitos y papelitos en los cuatro cubitos de basura que tenemos en casa, pero hasta que las instituciones implicadas no obliguen a que la industria tome un compromiso serio con el planeta y busque alternativas ecológicas, seguiremos luchando con un tirachinas contra el poderoso ejercito de las empresas que cotizan en bolsa.
Ir a comprar de forma sostenible es una tarea imposible. Intentar evitar embalajes, plásticos, bolsas y desechos absurdos es una labor desquiciante, que acaba produciendo autentica ansiedad.
Este fin de semana he recorrido el litoral de Formentera en barca y nuestras aguas turquesa famosas en todo el planeta eran un enorme contenedor de botellas, garrafas y bolsas. Terrible.
¿Quien va a venir de vacaciones cuando la temperatura sea agobiante?
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