¿En un guardamuebles? ¿En la acera a la puerta de casa, siendo así que ya no tienes casa? ¿Y qué haces con la cómoda gigantesca de la abuela? Si sólo se trata de una percha, un paragüero o la almohada, bueno, eso aún se puede llevar al cajero automático o al banco del parque donde habrá que pasar la noche, pero no es lo que se entiende por salvar los muebles. Y por cierto, ¿de qué muebles estamos hablando? Si como me figuro se trata de una metáfora, no es muy acertada.
El lenguaje coloquial está lleno de metáforas tontas, de muy baja calidad, que inducen a confusiones. Salvar los muebles es un grave error; sólo sirve para estar en la miseria, pero acarreando muebles que entorpecen los movimientos. Encima de haberlo perdido todo, te pasas el día tropezando con los muebles. Penoso, desde luego. En el lenguaje culto, las metáforas son cursis y pijas, pero al menos no llaman a engaño. De lejos se nota que sólo se trata de cursilería. No significa nada. En cambio, cuando se dice que el Gobierno salvó los muebles en una votación parlamentaria, o que el PSOE salvó los muebles en Andalucía, parece algo importante, un esfuerzo elogiable.
Y no, para nada. A mí jamás se me ocurriría salvar los muebles minutos antes de irme a la mierda. ¿Qué hago allí con muebles? ¿Me siento y me levanto, me escondo en el armario? ¿Y dónde enchufo la lamparilla de noche? Si acaso me llevaría un peluche; ya les conté que tengo una cuerva de peluche que hace mucha compañía. Y el paquete de tabaco, claro. Salvar el pellejo es una obligación (moral, tampoco hay que cumplirla siempre), salvar los muebles no. Es perder el tiempo. Tal como están las cosas, y con el PP exigiendo a gritos elecciones ya, hay quien cree que lo que le sobra al Gobierno es mobiliario. Demasiados trastos, y feos. Más que salvarlos, igual tendría que ir quitándoselos de encima.
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