Eivissa08/09/19 4:01
Peregriné a Can Xicu, uno de los bares con más personalidad del planeta dipsómano, en estado de trance. ¿Una hora antes, una vida anterior? (me encuentro tan perdido en el tiempo como a gusto en el espacio: que cada cual escoja su dimensión), había sentido la comunión panteísta al abrazarme al pino de Can Besuró, brotaba la canción pagana de un cañaveral a su fabulosa copa; luego me acerqué a la iglesia-fortaleza de San Miguel, belleza de ardor cristiano y silencio magnífico, que permite encontrar cierta serenidad tras los pecadillos que sazonan la vida del crápula…
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