En su Mensaje para la Cuaresma de este año –firmado en la Ciudad del Vaticano el 1 de noviembre de 2017, en la Solemnidad de Todos los Santos – el Papa Francisco escribe que «una vez más nos sale al encuentro la Pascua del Señor», y explica que para prepararnos a recibirla, la Providencia de Dios nos ofrece cada año la Cuaresma, que define «signo sacramental de nuestra conversión».
Tal como lo expone el Pontífice, mediante este mensaje desea «ayudar a toda la Iglesia a vivir con gozo y con verdad este tiempo de gracia»; y lo hace inspirándose en una expresión de Jesús según el Evangelio de Mateo: «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría». Frase que proviene de la enseñanza sobre el fin de los tiempos, ambientada en el Monte de los Olivos de Jerusalén, donde precisamente tendrá inicio la pasión del Señor, que en este caso respondiendo a una pregunta de sus discípulos, anuncia «una gran tribulación» y describe la situación en la que podría encontrarse la comunidad de los fieles: frente a acontecimientos dolorosos, algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio.
En el primer punto de este mensaje, titulado «los falsos profetas», el Pontífice invita a preguntarnos ¿qué formas asumen?
Y no duda en responder que «son como ‘encantadores de serpientes», que «se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren». De ahí su exclamación ante los tantos hijos de Dios que «se dejan fascinar por las lisonjas de un placer momentáneo, al que se lo confunde con la felicidad». O acerca de cuántos hombres y mujeres que «viven como encantados por la ilusión del dinero, que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos»; sin olvidar a quienes «viven pensando que se bastan a sí mismos y caen presa de la soledad».
También se refiere a esos otros falsos profetas que denomina «charlatanes», que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios que sin embargo resultan ser completamente inútiles. Tanto es así que el Pontífice dirige su pensamiento a los numerosos jóvenes «a los que se les ofrece el falso remedio de la droga, de unas relaciones de ‘usar y tirar', de ganancias fáciles pero deshonestas»; o que «se dejan cautivar por una vida completamente virtual», en que las relaciones parecen más sencillas y rápidas pero que después «resultan dramáticamente sin sentido».
Se trata de «estafadores» – tal como escribe el Papa Bergoglio – que no sólo ofrecen cosas sin valor, sino que quitan lo más valioso, es decir «la dignidad, la libertad y la capacidad deamar». Sí, porque como leemos en este mensaje pontificio, «es el engaño de la vanidad», lo que lleva a «pavonearse» hasta caer en lo ridículo. De manera que no es una sorpresa, puesto que «desde siempre el demonio, que es ‘mentiroso y padre de la mentira', presenta el mal como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre».
Por esta razón el Sucesor de Pedro insiste en la necesidad de discernir y examinar en el propio corazón si nos sentimos amenazados por las mentiras de estos falsos profetas. Y reafirma que hay que «aprender a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien».
Seguiré escribiendo y proponiéndoos, amigos de Ibiza y Formentera, aspectos de este buen mensaje del Papa para que sea una buena ayuda para nuestra vida en los tiempos que vivimos aquí en la tierra.
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