Leo voces sensatas que se duelen por la desaparición en cascada de numerosos establecimientos comerciales tradicionales. Los mismos que han dado color, vida y personalidad a las calles de Ibiza, es decir a la ciudad entera.
Nuestra querida amiga Pilar ya no nos atenderá con sus deliciosas empanadas y repostería de Can Vadell, ni Manel y Pepita desde su tienda de ropa de Can Domingo. Las han precedido en el cierre deliciosas tiendas y “casas de comidas” que han ido abandonando para dejar espacio a estas tiendas que nacieron a rebufo del movimiento hippy y la explosión de moda subsiguiente.

La ciudad jamás había lucido tanto colorido como ahora en sus llamativas puertas pintadas y con sus modelos expuestos en plena calle, pero hay tantas y acaban por ser todas tan parecidas que, curiosamente, Ibiza ha perdido su impronta centenaria, su carácter de puerto de mar acogedor y vitalista de los años 60 y 70.

Toda esta ciudad maravillosa que ilustró cientos de publicaciones en todo el mundo ha sido borrada del mapa urbano en un proceso de sustitución implacable donde no cabe la nostalgia. Y es lo que cultivamos, entre atónitos y quejumbrosos en estas páginas de Facebook donde aportamos fotos de la Ibiza y la Formentera antiguas. Una orgía de nostalgia inútil.

Lo útil hubiera sido estar vigilantes para que nos nos levantaran una ciudad tan densa, incómoda y aparatosa que ha sustituido a la Vila de siempre, pensada para los transeúntes y los carros tirados por mulas.

«Y tú no añoras Ibiza?» me preguntan. Claro. Se añora lo que se ha perdido. Hemos perdido Ibiza, yo, usted y todos. Ya no existe. Ahora es una gran tienda-discoteca para cazar turistas.
@MarianoPlanells