De las primeras cosas que le chocan a un recién llegado a la isla, son las señales de indicación de la autovía de circunvalación de la ciudad de Eivissa (E-20), que como les hagas caso o acabas en un descampado o vete tú a saber dónde. Lo digo por experiencia. Hace dos inviernos el Consell d'Eivissa se gastó un dineral en revisarla y en actualizarla, pero el progreso apenas se nota y sigue siendo más fácil descifrar un jeroglífico egipcio que aclararse con los paneles indicadores o con los de la E-10 y los principales accesos a Vila. Amalia Sebastián le ha hecho buena parte del trabajo a los técnicos municipales con el reportaje publicado ayer, cosa que habrán de agradecerle, pero mejor sería que ciertas carencias las detectaran de oficio, porque la ausencia de un paso de peatones en Comte de Rosselló, al finalizar el Passeig Vara de Rey, es algo que cualquiera ve, sin necesidad de ser experto. Sucede que la desidia se apodera tanto de las autoridades competentes como de los ciudadanos, porque uno no sabe si la ausencia o el mal estado de la señalización se debe a que no les hacemos ni puñetero caso; o si por el contrario, no les hacemos caso porque están peor que fatal. Que el carril bici de Vara de Rey no lo usan jamás las bicis es algo que salta a la vista. Pero que su existencia pasa desapercibida incluso para aquellos que quisieran usarlo, cosa que raramente sucede, también. De modo que procede cuestionarse la conveniencia de invertir un solo euro en pintar pasos de peatones, renovar señales verticales o cambiar los paneles indicadores, porque es dudoso que nadie les haga caso jamás. Vivimos en la isla de la anarquía, donde todo el mundo hace lo que quiere, en la seguridad de que normalmente no acarreará consecuencias. Y además, en la era del 4G, ¿quién se mueve mirando las señales? Google Maps o cualquier navegador es infinitamente más útil. Y menos mal.