La Convención de Ginebra de 1951 estableció que un refugiado es una persona que «debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opinión política se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país».
El reconocimiento como refugiado protege a aquellos que han sufrido una vida de persecución y opresión en la mayoría de los casos. Hace una semana llegó a Eivissa Driss Dambar. Arribó a la isla con un sueño: empezar una nueva vida.
Driss es el primer refugiado político del Sahara ocupado que llega a Eivissa. «Es un personaje que se le ha escapado al mundo», me apuntó Víctor Zas durante el distendido encuentro que mantuvimos en el refugio provisional que Driss ha encontrado en Talamanca. El hogar de Víctor y su hijo Iván es, por el momento, el hogar de Driss, quien valora como «un regalo divino» el cruce de caminos de estos dos hombres, ejemplo de solidaridad. «Me llamó por teléfono y no pude negarle mi techo», apuntó Víctor. Al final siempre están las personas. Víctor está donde deberían llegar las administraciones. Driss entró al Consell guiado por la gran pancarta colgada en la fachada que reza Welcome Refugees, una declaración de intenciones y poco más. Bueno sí, alguien puso a Víctor en el camino de Driss.
En su tierra era un estudiante brillante pero el régimen de Rabat le cortó las alas a él, y fue más allá con su hermano pequeño, Said, al que un policía le arrebató la vida de un tiro. Meses después fallecía su padre. Ahora, de la mano de Víctor, Iván y otros implicados, Driss tiene los mimbres para empezar una nueva vida pero sin olvidar una causa pendiente: regresar a El Aaiún y recuperar el cuerpo de su hermano.
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