Sabía usted que estamos en el año Cervantes? Si ya lo sabía, enhorabuena. Si no lo sabía, no se preocupe: era bastante difícil, puesto que poco o nada se está haciendo para que alguien se entere. Se supone que celebramos el cuarto centenario de la muerte de Cervantes, se supone que Miguel de Cervantes es el máximo exponente de la literatura española, se supone que el Quijote es algo así como la primera novela moderna. Se supone.
El tratamiento que España está dando a Cervantes (donde pone España, léase gobierno español, pero no solo éste) es sintomático del desprecio que se siente aquí por la cultura. Cualquier país del mundo se sentiría orgulloso de tener al autor del Quijote en su nómina de escritores; cualquier país del mundo lo exhibiría, lo sacaría en procesión, lo utilizaría para dar envidia a los franceses, a los ingleses, a los chinos, a los americanos y a los rusos. Cualquier país del mundo, excepto España. En España no necesitamos a Cervantes; no necesitamos escritores, cineastas, filósofos. ¿Para qué? No sea que el personal se nos acostumbre a pensar. Nos basta con Tele5, líder de audiencia por decimonoveno mes consecutivo.
Cabe recordar (y lo hago con un cierto orgullo) la celebración del año Villangómez en Eivissa en 2013; una celebración sencilla, ajustada al àmbito insular, pero muy digna dentro de su modestia, con la implicación y la colaboración de las administracioneas locales. Quien no oyó hablar de Villangómez en 2013 fue porque ni leía, ni escuchaba ni veía ningún medio de comunicación local.
Por cierto que, en 2016, se celebra también el cuarto centenario de la muerte de Shakespeare. Fuera de sus fronteras, el British Council (el equivalente al Instituto Cervantes) ha organizado actividades sobre Shakespeare en 140 países del mundo; solo en España se han organizado hasta 50 actos. Nosotros, en cambio, nos disponemos a celebrar de nuevo el año Belén Esteban.
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