A partir de mañana y durante esta semana, como es ya tradición entre nosotros, un buen número de sacerdotes de la Diócesis nos reuniremos en la Casa de Espiritualidad de es Cubells para practicar los ejercicios espirituales de este año.
Con esta actitud queremos, al inicio de un nuevo curso pastoral, dejar un espacio temporal predominante a Dios, a través de su palabra para, acogiéndola con su ayuda y nuestra disposición, servir más y mejor a los hombres y mujeres, a los niños, a los jóvenes y a los ancianos, a las familias, y a todos en general, de Ibiza y Formentera.
En estos días, pues, os pido vuestras oraciones para que los hagamos bien, así como vuestra comprensión por las ausencias nuestras que podéis notar en estos días en algunas de nuestras parroquias, una ausencia que no es para descuidar sino para después servir más y mejor.
¿Qué son los ejercicios espirituales? Pues son un ejercicio, una actividad, acoger un protagonismo. Son una actividad de nuestro espíritu que nos lleva a examinar nuestra conciencia, a dialogar con nuestro propio yo; en definitiva, a examinar lo que soy, lo que hago y lo que quiero. Después, a dialogar con Dios, dejar que Él nos hable, estando atentos a sus llamadas, a sus impulsos, a sus mociones.
En los ejercicios espirituales nos ponemos más dóciles en las manos de Dios para que Él nos moldee, como un jarro en manos del alfarero, que Él haga de nosotros lo que quiera y nos convenga con el amor que nos tiene siempre. Por eso, con nuestra disposición y la actuación divina, los ejercicios espirituales nos ayudan a obtener una mejor condición de nuestra vida.
Desde mi experiencia personal de hacer todos los años ejercicios espirituales, ya casi cuarenta años, como un servicio y una ayuda a vosotros, los fieles de Ibiza y Formentera, fruto de mi afecto por todos sin excluir a nadie, os animo a que alguna vez -y eso debe provocar la responsabilidad en las parroquias para organizarlo- tengáis la alegría y la satisfacción de realizar unos ejercicios espirituales. Es una experiencia que cambia la vida, la transforma, ayuda a que vaya por donde tiene que ir.
Promotor y maestro de los ejercicios espirituales fue San Ignacio de Loyola. En su juventud era muy presumido, metido en negocios de armas y de mujeres, que estuvo a punto de ser detenido y se preparaba para ser militar famoso. Herido por la bala de un cañón en Pamplona, fue llevado a su casa natal en Loyola y operado, estuvo a punto de morir. En su convalecencia pidió que le llevarán libros de novelas de caballerías, a los que era muy aficionado, pero en su casa sólo tenían un libro de la vida de Jesus y otro de los santos; no le quedó más remedio que leerlos y así, en ese ejercicio espiritual comenzó su viaje interior, que después escribió y nos ofrece a los demás.
Han pasado siglos desde la promoción de los ejercicios espirituales por parte de San Ignacio de Loyola. Pero siguen siendo actuales, convenientes e incluso necesarios. A este respecto el papa Francisco nos lo ha recordado recientemente, diciéndonos que los Ejercicios Espirituales son una experiencia fuerte de Dios en un clima de escucha de la palabra de Dios en orden a una conversión y entrega cada vez más total a Cristo y a la Iglesia. Por eso dice el Papa que «quien vive los ejercicios de modo auténtico experimenta la atracción, la fascinación de Dios y vuelve renovado, transfigurado a la vida ordinaria, al ministerio, a la vida cotidiana, llevando consigo el perfume de Cristo».
Los hombres y las mujeres de hoy tienen necesidad, consciente o inconscientemente pero verdadera, de encontrar a Dios, de gozar de su presencia, de su compañía, de sus enseñanzas. Los ejercicios espirituales son una ayuda para eso.
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