Confieso que he seguido muy de lejos el proceso de formación del Govern balear.
Y eso que el esfuerzo mediático ha sido importante: hemos podido escuchar a la nueva presidenta, Francina Armengol, a todas horas y en todas partes.
Como ibicenco, el asunto debería interesarme un poco más; al fin y al cabo, influirá más en nuestras vidas lo que el Govern disponga que lo que ordenen los consells. Este desinterés debe de ser cosa de la insularidad; de la mía, no de la de Armengol.
Ni siquiera sigo ya con verdadera emoción los conatos de decapitación de nuestro expresidente Bauzá.
Es como una de esas películas donde el malo (o el bueno, que para el caso es lo mismo) debería haber muerto hace dos o tres escenas, y, miren, aún sigue ahí, sorprendentemente vivo, sin pronunciar ni una línea de diálogo, esperando el mutis hacia el Senado.
Lo único que me resulta realmente comprensible de la política balear (debería haber escrito «reconocible») es la estrategia de Podemos; sin duda son los que están jugando sus cartas de forma más inteligente: las cuestiones baleares les interesan poco o nada, su ambición es España…; y han encontrado la forma de estar y no estar, de guardar la ropa y nadar a un mismo tiempo, de mandar y no pringarse; presidencia del Parlament, sí; Govern balear, no.
En el Govern, o flotas o te hundes; en el Parlament, ni siquiera tienes que entrar en el agua…
Digan lo que digan, los de Podemos por lo menos tienen un plan. ¿Tendrán también un plan, cuando les toque mandar? ¿O solo se van a dedicar a gobernar en la sombra?
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