Con el comienzo de la temporada turística han empezado a proliferar los conductores que ejercen como taxistas ilegales, también conocidos como taxis piratas. Esta lacra que se viene repitiendo en Eivissa desde hace muchos años y que se ha multiplicado en el último lustro viene dada principalmente por la falta de un transporte público de garantías capaz de absorber todo el volumen de pasajeros que se produce, principalmente, alrededor de las discotecas.
Desde el Consell, institución reguladora del servicio de taxis, se han activado distintas medidas para intentar combatir este problema. Con la concesión de licencias temporales la pasada temporada se esperaba que al haber más taxis en la calle desaparecería, o al menos se mitigaría, este servicio ilegal, pero no fue así. Este año, la conselleria de Mobilitat ha decidido atajar el problema endureciendo las multas -de 1.500 euros se ha pasado a 6.000 en la primera sanción y a 18.000 si se es reincidente- e incorporando seis inspectores para controlar a los taxis pirata. Pero este plan antichoque se ha encontrado con un primer problema: no hay inspectores que quieran trabajar por la noche, que es cuando precisamente más proliferan los ilegales. Otro segundo problema, como comentan desde el propio sector del taxi, es la crisis económica, que provoca que muchos parados busquen en el taxi pirata una manera de hacer dinero rápida y sin pagar ningún tipo de seguro. Quizás sería importante también que desde las instituciones, el sector del transporte y el turístico se realizaran más campañas informativas advirtiendo a los turistas del riesgo que corren cuando se montan en un taxi ilegal.
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