La victoria de las tesis de Hugo Chávez en la reedición del referéndum convocado para permitir la reeleción indefinida de los cargos públicos, incluido el suyo como presidente de Venezuela, abre las puertas a su perpetuación en el poder que alcanzó hace una década y del que él, de manera presuntuosa, anuncia su prolongación, como mínimo, hasta el 2019.

Chávez es el típico político iberoamericano instalado en el populismo más burdo, promotor de la revolución bolivariana que ha hecho de su enemistad con los Estados Unidos el eje de su política exterior. Histriónico, el dirigente caribeño trata de implantar un régimen socialista "Fidel Castro es uno de sus iconos" en el país para justificar sus nacionalizaciones o los ataques a las empresas extranjeras, entre ellas las españolas. Todo ello envuelto en un remedo de democracia que no duda en expulsar a la fuerza al eurodiputado español Antonio Herrero por hacer públicas sus críticas en contra del régimen. De hecho, Chávez ha vuelto a convocar el mismo referéndum que perdió con la misma pregunta hace dos años.

El chavismo se sostiene en las inmensas reservas petrolíferas venezolanas, aunque el desplome de los precios de los últimos meses está haciendo peligrar buena parte de las reformas y servicios sociales que el Gobierno estaba poniendo en marcha.

La comunidad internacional siempre ha visto con recelo a Hugo Chávez, un personaje al que ha considerado un elemento desestabilizador en la zona "su última alianza militar es con Rusia". Todo indica que es poco menos que imposible que vaya a desaparecer de la escena política gracias al voto popular. Chávez se ha preocupado de crear una democracia a su medida.