La huelga de los transportistas se ha convertido en el primer conflicto serio al que tiene que enfrentarse el Gobierno socialista, el cual ha comenzado a reaccionar cuando el colapso circulatorio en los accesos a las grandes ciudades es una constante de los últimos cuatro días y la escasez de productos básicos "alimentación y combustibles" es patente. Las sucesivas jornadas de paro en la Península "en Balears no se ha convocado" están comenzando a crear no pocos problemas de abastecimiento en las Islas, donde la falta de carnes, frutas y verduras frescas en los establecimientos es evidente. Las reservas, con los puertos bloqueados, apenas permiten garantizar el suministro de alimentos para los próximos días.

No cabe duda que la actitud irreflexiva de muchos ciudadanos ha contribuido a agravar el problema con el acopio innecesario de alimentos durante estos primeros días "desde el domingo la demanda se ha disparado", pero ello no justifica, en absoluto, la actitud de un colectivo que está poniendo en jaque a toda la sociedad balear poniendo el peligro su abastecimiento. Todavía están por evaluar los efectos negativos que esta huelga puede acabar teniendo en la imagen de nuestro sector turístico, en todo caso nada positivo.

Conviene tener presente que estos paros han sido convocados, precisamente, por las agrupaciones patronales minoritarias en el sector del transporte "integradas por los autónomos". Ante el cariz que están tomando los acontecimientos urge apremiar un acuerdo, aunque sólo sea para evitar un aumento de la escalada de tensión que ya ha provocado una muerte en Granada y un herido grave por quemaduras en Alicante, además de numerosos daños materiales. Hasta entonces, el Gobierno debe garantizar el derecho de aquellos que quieren seguir trabajando; que son muchos.