El Consell Econòmic i Social de Balears (CES) acaba de hacer pública su última memoria, que pone de manifiesto que el 9 por ciento de la población balear vive por debajo del umbral de la pobreza. El CES destaca que la inmigración necesita un tiempo de adaptación para poder alcanzar un mínimo de bienestar económico para no vivir en una situación precaria. Se trata, sin duda, de un dato impactante que debe invitarnos a reflexionar sobre la situación económica de Balears. Pese a los buenos datos macroeconómicos, hay miles de personas que residen en las Islas que padecen penurias económicas, que no pueden llegar a final de mes, y que se ven obligadas a mal vivir en una comunidad donde los contrastes sociales están a la orden del día.

Es evidente que la llegada de miles de inmigrantes ha supuesto un impacto social, pero también hay que resaltar que muchos de estos recién llegados están haciendo esfuerzos para adaptarse a su nueva situación: se hipotecan para comprarse una vivienda y, además, tienen que enviar dinero a sus países de origen para ayudar a las familias que han tenido que dejar en situaciones, en muchas ocasiones, precarias. Por desgracia, muchas de estas personas tienen que sufrir un periodo de adaptación que no es nada fácil. Afortunadamente, los inmigrantes encuentran en Balears una sanidad pública que mejora día a día y un sistema educativo que se ha adaptado con muchos esfuerzos a la nueva realidad social. En este sentido, la situación que los inmigrantes viven ahora respecto a la que sufrían en sus países de origen no tiene punto de comparación.

La situación no es fácil para miles de ciudadanos de estas Islas. Las administraciones públicas deben hacer los esfuerzos necesarios para mitigar los desequilibrios. Y, sobre todo, hacer más fácil la adaptación social y económica de los inmigrantes que han colaborado activamente en mejorar nuestra situación. Eso no podemos olvidarlo.