Aunque las elecciones del día 25 sean autonómicas y municipales,
empiezan a tomar tintes de consulta nacional. Como suele ocurrir
casi invariablemente en cuestiones de política española, las
cuestiones que preocupan en el País Vasco se convierten en
titulares de prensa y motivo de tertulias radiofónicas y
televisivas.
Está ocurriendo con la idea de José María Aznar de incluir a
Batasuna en las listas norteamericanas de grupos terroristas y en
las decisiones de PNV y EA de amparar en cierto modo las
candidaturas de AuB -sustituto de HB- prohibidas por la
Justicia.
No son asuntos sin importancia, desde luego, pero tampoco pueden
mirarse con el prisma de una campaña electoral, siempre teñida por
partidismos. Son cuestiones trascendentales que deberían someterse
a un análisis pausado, razonable y, en la medida de lo posble,
consensuado entre todas las opciones políticas.
Pero estamos en campaña y hablar de consenso y de diálogo parece
poco menos que imposible. De ahí que Aznar se limite a plantear sus
propuestas ante el Consejo de Seguridad de la ONU y en su reunión
con el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, sin contar
previamente con el beneplácito del Parlamento español ni de sus
socios en el Pacto Antiterrorista, lo que da a un problema
doméstico una dimensión desconocida.
Lo mismo puede decirse de PNV y EA, que han tomado sus
decisiones probablemente con la intención de ganarse las simpatías
de los miles de votantes que no podrán elegir la opción más radical
del nacionalismo vasco por haberse convertido en ilegal. Con las
miras tan cortas no se puede programar la política futura de toda
una comunidad autónoma.
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