La temporada turística se encuentra en un momento clave. Las distintas circunstancias que atraviesa este sector convierten a este momento en decisivo para afrontar quizás algunas necesarias reformas y plantear nuevos modelos, si bien el ámbito de actuación está más limitado de lo que los ámbitos más radicales quisieran. El momento es especialmente delicado porque a la disminución del flujo turístico generalizado hay que sumarle circunstancias muy particulares que se agolpan en la mentalidad del sector y le separan, quizás, de una lectura más realista de la situación. La aplicación de la nueva ecotasa, el recuerdo de la salvaje huelga del transporte del año pasado a propósito de la general del pasado 20 de junio y el anuncio de nuevas movilizaciones en el sector de la hostelería, problemas muy determinados de las Pitiüses en particular pero también del resto de Balears, ensombrecen más de lo que debieran cambios que hay que estudiar con detenimiento como son la contracción del propio mercado, una circunstancia que coincide además con la consolidación de nuevos destinos, y el desgaste general del propio funcionamiento del sistema, incapaz de crear alternativas y de dar respuesta a las demandas que, como es lógico, genera la feroz competencia. Un ejemplo de que las cosas no están como debieran es el hecho de que se acusa al turismo de muchos de los males que padece la sociedad insular. Parece como si desde algunos sectores se anhelara una involución, sin tener en cuenta los efectos que tiene cualquier retroceso en la economía. Son necesarias muchas cosas, planes más ambiciosos y globalizadores y un cambio de mentalidad, que comienza por lograr enfocar correctamente qué es el turismo, que ventajas tiene y qué inconvenientes genera. El objetivo es potenciar las primeras y combatir los segundos. Es la mejor forma de mejorar.