Los expertos advierten que desde el 11 de septiembre la
situación en el Mediterráneo ha cambiado radicalmente y se ha
vuelto «preocupante», dada la cercanía de nuestras costas con
países conflictivos por sus condiciones sociales, económicas y
religiosas. El asunto nos toca muy directamente y ya se están
empezando a notar los efectos de los atentados contra Estados
Unidos, por más lejos que estén de nosotros.
El negocio turístico, que ya ha mostrado en algunos países un
frenazo nunca visto anteriormente "no sólo en zonas musulmanas,
sino también en Norteamérica y México, por ejemplo", se basa en un
delicado equilibrio entre varios componentes: bonanza económica en
los países emisores, tranquilidad en los receptores, una cuidada
imagen como destino vacacional, etcétera.
Hoy todo eso está en entredicho. Aquí, naturalmente, la
tranquilidad sigue siendo un plus, pero quizá en los países cuyos
ciudadanos nos visitan la cosa no esté tan clara. El Reino Unido
está metido de lleno en esta guerra y Alemania, que no lo está,
puede sufrir de aquí al próximo verano esa psicosis que está
llevando a millones de personas a encerrarse en sus casas al otro
lado del Atlántico. El miedo a volar, el temor a una crisis
económica sin precedentes, el terror ante una guerra bacteriológica
pueden hacer desaparecer del mapa el negocio turístico a corto
plazo. No es broma y por ello, de entrada, el Govern de Antich ha
planteado dejar en suspenso la ecotasa, que de hecho está
suspendida cautelarmente por el Constitucional. Es una medida
prudente que probablemente esconda además otras motivaciones
políticas, pero sea bienvenida, a pesar de que la medida será
criticada duramente por ecologistas y conservadores, unos por
mandar al olvido lo que consideraban un éxito político y los otros
por hacerlo ahora, después de tantos dimes y diretes. Tal vez si
aprovechamos adecuadamente el bajón de los otros países rivereños
del Mediterráneo, tengamos ante nosotros la temporada turística del
siglo.
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