Hay muchas cuestiones de la economía a gran escala que la mayoría de los ciudadanos de a pie apenas logramos comprender. En su último informe la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económico) se felicita por el excelente momento económico que atraviesa ahora mismo la zona euro y revisa al alza algunas previsiones de crecimiento, como la española, que aumentará su ritmo este año hasta el 4'3 por ciento, cuando en principio estaba previsto que creciera un 3'7 por ciento. Hasta aquí las noticias son estupendas. Pero los informes económicos tienen siempre asteriscos que nos advierten de lo que anda mal. Así, aunque se prevé que el desempleo en nuestro país baje del 15'9 por ciento al 12'9 por ciento en apenas un año y medio, la organización internacional da la señal de alarma por el riesgo de que se dispare la inflación.

Al parecer no hay situación idílica en este mundo de las finanzas. Siempre que algunos indicadores se conducen de manera admirable, otros se descomponen, como si fuera imposible cuadrar el puzzle del bienestar económico.

Por eso en nuestro país, cuando las cosas parecen marchar mejor que nunca, ocurre que el hecho de que haya más dinero en circulación y defectos en la libre competencia "no hay más que echar un vistazo al mundillo de los carburantes" puede llevarnos a un crecimiento de la inflación por encima de lo recomendable.

Por eso nuestra fiebre gastadora necesita un correctivo y las autoridades monetarias recomiendan una gradual subida de los tipos de interés hasta el 5% en los próximos meses, además de la consabida política de contención de salarios.

O sea, que cuando nuestros bolsillos empiezan a respirar un poco tranquilos, nos suben las hipotecas y otra vez a sufrir.