El informe de la Dirección General de Costas sobre las
características de las playas de las Pitiüses pone la clave sobre
la que debe girar a partir de este momento el debate sobre la
conveniencia o no de las reposiciones de arena en el litoral. El
estudio, que ha tardado más de un año en finalizarse, establece que
sólo cuatro de las playas de Eivissa son regresivas; es decir, que
la acción del mar afecta irreversiblemente a la conservación del
sedimento. No son las únicas que se ven afectadas: nueve más tienen
tendencia a ser regresivas.
Hasta ahora y a pesar de que hace dos años que no hay
actuaciones en el litoral, las condiciones para autorizar y llevar
a cabo la regeneración con arena extraída de depósitos submarinos
eran, casi exclusivamente, la solicitud firmada por los
ayuntamientos y la evidencia de que no existía peligro
medioambiental inmediato.
Con la existencia del informe, en el nivel de la teoría, será
difícil justificar actuaciones indiscriminadas. La letra dice que
sólo estas cuatro playas necesitan algún tipo de solución a un
proceso que, pese a todo, es natural porque responde a unas
características morfológicas que difícilmente se pueden
modificar.
En el plano práctico, resulta evidente que más playas de las
señaladas no presentan las condiciones que un turismo masivo y no
necesariamente instruido reclama. Aún hoy, una zona no uniforme
debido a las características orográficas del terreno es denostada
por su incomodidad para los bañistas. Los empresarios lo saben y
tratan de que uno de sus principales reclamos turísticos parezca
impecable, aunque sea forzando. Está dentro de la lógica de la
economía, como lo está, en la de su ámbito, el que los ecologistas
se apresuren a señalar que este estudio demuestra que no son
necesarias las reposiciones.
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