Los establecimientos de compraventa de oro y joyas, así como los dedicados a empeño, esperan un notable incremento de la demanda durante los próximos días. La solicitud de citas así lo señalan. Este fenómeno confirma la gravedad de una crisis que no sólo castiga a las empresas, también está alcanzando el tuétano de las economías familiares. La falta de liquidez, fruto también del retraso en el abono de las prestaciones sociales, obligan a tener que recurrir a este tipo de mercado que florece en los momentos de grandes penurias; como el actual. Estamos, pues, ante un claro síntoma de la profundidad de una recesión inesperada, grave y, lo que todavía resulta más inquietante, de una duración incierta.
Valor sentimental.
Hay determinados negocios en los que el empeño de joyas suele ser una fórmula muy común de financiación, en especial aquellos que tienen un carácter ambulante. En las circunstancias actuales no es el caso, al menos de un modo generalizado. Tal y como reconocen las principales empresas del sector, la avalancha de citas concertadas –coincidiendo con el proceso de desconfinamiento– confirman que para un segmento de nuestra sociedad, las dificultades derivadas de la emergencia sanitaria y económica generada por la pandemia de la COVID-19 obligan a tener que recurrir a las joyas familiares para poder hacer frente a sus gastos.
La inmediatez.
Un aspecto que enfatiza la gravedad de la situación es la inmediatez con la que las familias están tratando de rentabilizar sus pertenencias más valiosas, apenas dos meses después del inicio del estado de alarma. Cabe preguntarse pues por los motivos del escaso colchón de los ahorros, la falta de músculo temporal para hacer frente al infortunio por parte de tantas personas. Todo ello también es una clara invitación a la reflexión sobre la solvencia de nuestro llamado estado del bienestar.