Medio centenar de entidades convocaron el sábado en Mallorca una manifestación para reclamar un modelo turístico alternativo.Acudieron unas dos mil personas. Bajo el lema Fins aquí hem arribat, se trataba de expresar el rechazo a las consecuencias de una explotación masiva de Mallorca, y por extensión de Balears, más allá de su capacidad de recibir visitantes sin que sus infraestructuras públicas queden colapsadas, o se altere de manera grave la estructura social de sus barrios. La protesta aborda las distintas vertientes de un mismo problema. No olvidemos que en Ibiza también se ha avivado el mismo sentido. Se leen y escuchan numerosas opiniones en contra del turismo, como si su presencia fuese molesta.

Los beneficios del exceso. El debate social que se plantea, acentuado este año por las cifras récord en la llegada de turistas durante la temporada alta, se centra en la percepción de que los enormes beneficios de la explotación turística de Mallorca apenas revierten en el conjunto de los ciudadanos. Las altas cifras de ocupación laboral que genera el turismo, un factor que no debe olvidarse, siguen sin evitar la temporalidad y los sueldos bajos. La saturación y la proliferación del alquiler vacacional generan incomodidad a determinados colectivos de residentes, mientras se analiza con preocupación el impacto medioambiental.

La crítica al Governe. Un elemento de la manifestación que no puede obviarse es que los convocantes están situados en un espectro ideológico próximo al Govern. Estamos, pues, ante un ‘fuego amigo’ que no debería condicionar sus políticas globales, que afectan al conjunto de los ciudadanos. Balears tiene en el turismo su principal fuente de riqueza, y su gestión política no puede quedar condicionada a una coyuntura temporal. Regular y ordenar no es sinónimo de prohibir.