El asturiano Javier Fernández tiene ante sí una tarea clave, incluso histórica, al frente de la nueva gestora del PSOE: lograr que su grupo parlamentario o, al menos, una parte sustancial del mismo se abstenga y propicie la investidura de Rajoy. Es una decisión muy difícil para los socialistas, pero el único camino posible. Unas terceras elecciones en diciembre, con el PSOE sin candidato y partido en dos, constituirían una catástrofe para esta formación, abocada no sólo a una humillante derrota, sino también, en la actual coyuntura, al definitivo sorpasso de Podemos.

Rajoy, sentido de Estado. El presidente del PP tiene ante sí dos caminos. O bien cerrarse en banda ante el PSOE y abocar el país a una tercera cita electoral o bien pactar la investidura de Rajoy en las próximas semanas con la abstención socialista. Si opta por este segundo camino, habrá demostrado sentido de Estado, ya que evita el hundimiento del actual segundo partido de la democracia española. También mostrará habilidad, porque el gesto le reforzará ante la ciudadanía y le permitirá llegar a posteriori a pactos de gobernabilidad y estabilidad con el PSOE, que necesitará al menos dos años para recomponer su maltrecha estructura.

Solidez o victoria. Es evidente que Rajoy está en condiciones de obtener una gran victoria en unas hipotéticas terceras elecciones en diciembre. ¿Pero sería más sólido el sistema con Pablo Iglesias convertido en jefe de la oposición y con las condiciones objetivas creadas para que Podemos pudiese absorber al PSOE, como hace meses engulló a Izquierda Unida? Si con el paso del tiempo, el PP se debilitase, la alternativa sería mucho más preocupante con los ‘podemitas’ que si ahora accede a gobernar con la abstención socialista. La gobernabilidad se la tendrá que ganar. No puede pretender que el PSOE le dé un cheque en blanco. Rajoy debe escuchar a Javier Fernández y aceptar su propuesta de abstención con condiciones. Y así el país podrá salir de esta insostenible situación política.