¡Que alguien apague el fuego!

Querida lectora, siempre hay una primera vez. Mi primera vez fue alrededor de los 45 años, en un día cualquiera en mi farmacia.

Era una de esas frías tardes de febrero, con el termómetro marcando apenas 3°C en el exterior. Me había puesto mi bata blanca de siempre, una de esas de tela bastante tupida, que me venía de perlas en los días fríos.

A las 18:00 h llegó él, con su traje impecable y su corbata perfectamente ajustada. Sí, ese director de banco guapo a rabiar, que te hace arreglarte el pelo sin siquiera darte cuenta. «¡Me había olvidado que teníamos una reunión!», le dije.

Comenzamos a hablar de números, balances y planes de financiamiento, pero yo apenas podía concentrarme. Sentía que algo raro me pasaba: un calor que empezaba a subir desde mi pecho hasta mi cara. En un primer momento pensé: «¿En serio me estoy ruborizando como una quinceañera?». Pero el calor seguía aumentando y ya no era un calor normal; era una ola de fuego por todo el cuerpo.

«¡Dios mío, qué calor!» Mi bata blanca, gruesa, parecía una manta eléctrica.

Me levanté rápidamente. «Perdona, creo que la calefacción está muy alta hoy», dije con una sonrisa nerviosa. Él me miró con curiosidad: «Yo no noto nada», me dijo.

Me dirigí a la puerta trasera de la farmacia, la abrí de par en par y dejé que el aire frío de febrero me golpeara. Intentando no perder la calma, me acerqué a la pequeña nevera de la farmacia, donde guardamos las medicinas que necesitan refrigeración. Abrí la puerta, metí la cabeza dentro y fingí estar revisando algo muy importante. ¡Ah, el alivio momentáneo de ese aire fresco en mi cara! Pero, por supuesto, no podía quedarme ahí para siempre.

El director del banco, al ver mi estado, dijo con una sonrisa encantadora: «No te preocupes, a mi madre también le está pasando».

«¿¡A tu madre!? Pero, ¿cuántos años tienes?». Y, perdona, ¿qué es lo que le está pasando a tu madre?

Tuvieron que pasar unos años y muchos sofocos para averiguar qué le pasaba a la madre de mi atractivo director de banco: ¡La perimenopausia!

Soy María Julve, farmacéutica y experta en micronutrición en la menopausia. Mi objetivo es ofrecerte una guía clara y práctica para que sepas por dónde empezar y a qué profesional acudir si estás enfrentando síntomas de la menopausia. Y si eres de ese 20% de afortunadas que no los tiene, también quédate conmigo porque te voy a ayudar a prevenir los síntomas invisibles, como el riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular, osteoporosis o atrofia vaginal. Siempre con un enfoque positivo, te ayudaré a manejar las etapas de la menopausia sin dramas.

Definición de sofoco: Episodio repentino de calor intenso que generalmente se siente en la parte superior del cuerpo, especialmente en el rostro, cuello y pecho. Los sofocos suelen ir acompañados de enrojecimiento de la piel (rubor) y sudoración profusa. La duración de un sofoco puede variar desde unos pocos segundos hasta varios minutos, y su frecuencia puede ir desde unos pocos episodios al mes hasta varios en un solo día.

Los sofocos nocturnos pueden despertarte del sueño, dejándote incómoda, sudorosa y, a menudo, ansiosa por volver a dormirte. Esta interrupción puede provocar un sueño fragmentado y de baja calidad, lo que lleva a síntomas adicionales como fatiga, irritabilidad, dificultad para concentrarte y cambios de humor durante el día.

¿Por qué se producen?

Durante la perimenopausia, los niveles de estrógeno y progesterona fluctúan drásticamente. Estos cambios hormonales afectan el centro de regulación de la temperatura en el cerebro, conocido como el hipotálamo. Cuando este sistema se desregula, puede interpretar incorrectamente que el cuerpo está demasiado caliente, desencadenando una respuesta de enfriamiento que provoca un sofoco.

Aunque los sofocos son inevitables y suponen un síntoma muy común para el 75% de las mujeres durante el climaterio, existen estrategias para ayudar a manejarlos.

Su tratamiento

Tienes tres opciones para mejorar tu calidad de vida y conseguir disminuir la frecuencia de los sofocos, y que cuando ocurran, duren menos tiempo:

- Terapia hormonal de reemplazo (THR)

- Medicamentos no hormonales

- Fitoestrógenos y otros complementos naturales

La THR y los medicamentos no hormonales deben ser prescritos por un médico. Aunque tienen muchos detractores, yo te animaría a que consultaras con un profesional, y si tienes dudas, puedes escuchar a la Doctora Clotilde en su podcast porque lo explica muy clarito.

Los fitoestrógenos son compuestos vegetales que actúan de manera similar a los estrógenos en el cuerpo. Los más utilizados son las isoflavonas de soja, lino y trébol rojo. Deberías consultar con un profesional en el caso de que tengas antecedentes de cáncer estrógeno-dependiente.

Otros complementos naturales

- Cimicifuga racemosa o «cohosh negro»

- Salvia, que mejora mucho la sudoración

- Lúpulo

- Extracto citoplasmático de polen

Y aquí estoy, compartiendo contigo mis «momentos ardientes» y ofreciéndote, desde mi experiencia tanto profesional como personal, mi ayuda si necesitas conocer las marcas comerciales con mayor evidencia científica.

Porque esta es solo una etapa más de nuestras vidas y, como todas las demás, ¡hay que vivirla intensamente!

¿Cuándo empiezo a cuidarme y a prevenir los síntomas de la menopausia?

Te lo contaré en el próximo artículo… pero si tienes dudas, puedes enviarme un email a hola@mariajulve.com y te ayudaré.

Mi consejo: Prueba a incorporar el yoga, la meditación o ejercicios de respiración en tu rutina diaria. A mí me han ayudado mucho a reducir el estrés, los sofocos y a mejorar la calidad de mi sueño.

Y recuerda: «Esta es tu oportunidad para cuidar de ti y comenzar a llenar tu hucha de salud día a día».