Un preso por delito sexual con alto riesgo de reincidencia, que quedará libre en unos dos años al cumplir su condena, ha aceptado por primera vez en España someterse al tratamiento de inhibición del deseo sexual que de forma pionera aplica en Catalunya la Generalitat.
La consellera de Justicia, Montserrat Tura, indicó ayer que este preso, que actualmente ya está siguiendo un tratamiento psicológico intensivo en la cárcel, no recibirá ningún tipo de beneficio penitenciario por someterse a este novedoso sistema, que combina el tratamiento farmacológico con el psicológico.
El preso aún no ha empezado la terapia farmacológica para inhibir su deseo sexual, ya que ésta se inicia alrededor de ocho meses antes de que los reclusos que aceptan el tratamiento cumplan la totalidad su condena y queden libres.
Efectos reversibles
Tura destacó que además de este primer preso, también hay otro recluso que cumplirá condena en unos tres años al que se le ha ofrecido el tratamiento y que ahora está siendo sometido a pruebas médicas para ver si el inhibidor -cuyos efectos son reversibles- le podría provocar efectos secundarios.
La consellera Tura ya anunció el pasado mes de septiembre, cuando se presentó este programa pionero en España, que la intención de la Generalitat es que durante la próxima década alrededor de 40 presos por delitos sexuales graves se puedan someter a este programa una vez hayan cumplido toda su condena.
En concreto, para poder someterse a este tipo de tratamientos se tienen que cumplir unos requisitos muy determinados, como haber cometido delitos sexuales graves de especial singularidad (usando una gran violencia, sadismo o con víctimas menores), y presentar un gran riesgo de reincidencia al cumplir la condena.
Según precisó ayer la consellera, en estos momentos en las cárceles catalanas hay alrededor de 25 reclusos que cumplen los requisitos para poder llegar a seguir este programa cuando abandonen la cárcel durante los próximos seis o siete años.
De estos 25 presos, un total de 18 iniciarán en los próximos meses el tratamiento intensivo psicológico, que dura dos años y que es el que posteriormente da paso a la posibilidad de recibir el inhibidor del deseo sexual cuando faltan ocho meses para abandonar la cárcel.
En concreto, si los presos evolucionan favorablemente con este programa psicológico, se les ofrece posteriormente recibir el tratamiento farmacológico coadyuvante, un inhibidor hormonal de testosterona que disminuye su deseo sexual.
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