«La epidemia de ébola ha revelado la falta de confianza que los ciudadanos tienen depositada en sus respectivos gobiernos en unas sociedades que ya son frágiles de por sí», según el informe del ICG.
Los tres países tienen un pasado común: todos ellos han sido escenarios de violentas crisis sociales de las que se han recuperado potenciando sus esfuerzos de seguridad. Sin embargo, esta política ha dejado muy poco margen de maniobra para tratar otros ámbitos como el de la sanidad o la educación.
Es por ello que Liberia, el país con mayor número de fallecidos por ébola, solo contaba con 45 médicos antes de la epidemia para una población total de 4,5 millones de habitantes. La primera opción del Gobierno liberiano fue recurrir al Ejército para intentar contener el brote, una decisión que fracasó por la evidente falta de preparación de los soldados para comprender la enfermedad.
La vertiente política de la crisis del ébola se aprecia con especial nitidez en Guinea, según el ICG. Allí, la epidemia ha inflamado las tensiones históricas entre el Gobierno central y las comunidades locales que viven en las zonas boscosas del país, foco de la enfermedad.
Esto sin mencionar el pánico social que provoca la expansión de la enfermedad. «Los ciudadanos están comprensiblente aterrorizados y cada vez más desesperados», según ICG, que recuerda los incidentes registrados en Liberia, donde manifestantes han criticado al Gobierno por su lenta respuesta, han bloqueado carreteras, saqueado clínicas y atacado a las fuerzas de seguridad. Esto sucede en un país que hace solo once años que consiguió poner fin a su guerra civil, que todavía está en proceso de reconciliación, y al que ha costado mucho levantar sus cimientos institucionales.
En términos económicos el brote está siendo igualmente devastador. El cierre generalizado de fronteras impuesto por las autoridades de estos países ha disparado los precios de los alimentos y aniquilado las relaciones comerciales. Deriva de una mentalidad individualista que poco o nada ha hecho para impedir el avance del virus: todos los países han elegido actuar de manera unilateral, sin ningún tipo de consenso, ignorando la profunda interdependencia que la región, una de las más pobres del mundo, necesita imperiosamente para sobrevivir.
De ello se extrae un «problema de comportamiento, valores y creencias», como indicaba recientemente un medio africano, que recordó el caso de periodistas asesinados en el sureste de Guinea bajo la falsa premisa de que transportaban el virus para matar a la población local. Y pocos han sido los líderes religiosos que han intentado desmitificar la expansión del ébola u ordenar la paralización temporal de ciertas tradiciones, como los enterramientos rituales, que han contribuido a la aceleración del contagio.
Tardía reacción internacional
Ha sido necesario esperar al 18 de este mes para que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara una resolución para trazar las líneas maestras del plan de respuesta internacional contra el ébola, con el respaldo sin precedentes de 131 países. Hasta ese momento, la lucha contra la enfermedad estaba en manos de «médicos completamente abrumados, valientes ONG y organizaciones de la sociedad civil».
«La comunidad internacional», pide el ICG, «debe aportar más personal y medios no solo para facilitar una respuesta médica a corto plazo sino para resolver problemas de gobernanza de cara al futuro y reconstruir los sistemas sanitarios de los países involucrados». En este sentido, el grupo valora positivamente la decisión de Estados Unidos de mandar a 3.000 soldados para construir centros de tratamiento, o la de Reino Unido de aportar efectivos y ayuda a Sierra Leona.
Sin embargo, la reacción internacional no puede funcionar sin la participación no solo de los gobiernos afectados, sino de los organismos interregionales que deberán coordinar a un nivel más cercano los esfuerzos de cada país en la lucha contra el virus. En particular, la Comunidad Económica de Estados del África Occidental (CEDEAO), tiene potencial para convertirse en un instrumento esencial a la hora de convencer a Liberia, Sierra Leona y Guinea de que deben reabrir sus fronteras y reforzar sus mecanismos de detección del virus para impedir su propagación entre países.
Un futuro incierto
Estos esfuerzos serán insuficientes sin medidas más expansivas y a largo plazo, pronostica ICG. Para empezar, la resolución de Naciones Unidas ignora la posibilidad de que el virus se pueda expandir a dos estados africanos muy débiles como son Guinea-Bissau y Gambia, cuyos gobiernos podrían verse superados ante un estallido del virus dentro de sus fronteras.
Y, sobre todo, porque una vez contenida esta crisis puntual es necesario pensar en el futuro, dado el comportamiento cíclico del virus, que apareció por primera vez en 1976 en la entonces Zaire, ahora República Democrática del Congo, y desde entonces no ha dejado de aparecer de cuando en cuando.
«Hay que trazar una estrategia a largo plazo para mejorar la sociedad y el funcionamiento de los gobiernos, en particular la Sanidad pública. De nada servirán las medidas de alcance limitado que se van a tomar si, al final, Liberia sigue solo con 45 doctores. Porque el ébola simplemente aparecerá de nuevo», sentencia el grupo de expertos.
1 comentario
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Aixo si que es un problema gros, i no lo den Mas, des c.....