Enfrentamientos, saqueos e indignación entre la comunidad afroamericana. Las imágenes de las protestas de esta semana en Ferguson han devuelto a la memoria los violentos disturbios raciales de los años 60 en Estados Unidos.
En el histórico Ben's Chili Bowl de Washington, que sobrevivió estoico a la violencia en 1968, la televisión ha robado estos días protagonismo a sus famosas salchichas «half-smoke": protestas por otro joven afroamericano muerto a manos de la policía en circunstancias por esclarecer.
«Es como ver la historia repetirse», explica a Efe Virginia Ali, que en 1958 abrió «The Bowl» junto a su marido Ben. El humilde local se convirtió inmediatamente en baluarte de una comunidad afroamericana que entonces estaba en plena lucha por sus derechos civiles.
El asesinato diez años después del líder de ese movimiento, el reverendo Martin Luther King, desencadenó una oleada de violentos disturbios raciales en varias ciudades que sacudió con especial dureza a la capital de la nación.
«Nosotros éramos el único negocio de la zona que tenía permiso para permanecer abierto al caer la noche. Había de facto un toque de queda. Aunque la situación fue mucho más violenta que en Ferguson, nuestro local nunca sufrió ataques. Al contrario, era un lugar de reunión seguro para buscar soluciones», relata Ali.
Como en Ferguson (en el estado de Misuri, las protestas de entonces se saldaron con saqueos y destrozos en los negocios locales. Pero «The Bowl» resistió intacto: en su puerta colgaba el cartel «soul brother» (hermano del alma), la indicación de que era un negocio afroamericano y solidario con las movilizaciones.
Un año antes de los disturbios por el asesinato de Martin Luther King otra oleada de violentas protestas había arrasado en ciudades como Detroit y Newark dejando miles de heridos, decenas de muertos e incontables destrozos.
Tras los sucesos, el entonces presidente estadounidense, Lyndon B. Johnson, estableció una comisión para analizar el origen de los disturbios y elaborar recomendaciones con el fin de evitar que volvieran a producirse en el futuro.
«La policía debe ser más diversa, evitar las actuaciones desproporcionadas, y vivir e integrarse en las comunidades donde reside». Esta era una de las conclusiones de la Kerner Commission en 1968 y la misma que se ha extraído tras los sucesos de Ferguson a pesar de que entre los dos incidentes ha transcurrido casi medio siglo.
«La violencia policial en los barrios urbanos pobres donde viven las minorías es casi omnipresente, pero los disturbios son inusuales. Sólo explotan cuando el resto de vías para buscar justicia están bloqueadas, cuando los residentes se sienten impotentes», explica Cathy Lisa Schneider, autora del libro «Police Power and Race Riots: Urban Unrest in Paris and New York» y profesora de la American University en Washington DC.
Esa frustración que menciona la académica es la que mantiene a los manifestantes en las calles de Ferguson una semana después de que el joven Michael Brown falleciera a manos de un agente en circunstancias aún por esclarecer y con versiones contradictorias de la policía local y los testigos.
La familia del adolescente y la comunidad han tardado además seis días en lograr que la policía atendiera sus demandas y revelara el nombre del agente.
Sin embargo tras ese anuncio la indignación no ha hecho otra cosa sino escalar: en lugar de explicar los detalles del suceso y los resultados de la autopsia los agentes centraron la atención en un vídeo de un robo en una tienda en el que supuestamente participó el joven y al que nunca habían hecho alusión en días anteriores.
En la entrada de «The Bowl», mientras las imágenes televisadas de Ferguson evocan los disturbios del pasado en el barrio histórico afroamericano de Washington, unos turistas comentan las fotografías de las visitas del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, al local.
Martin Luther King también lo frecuentó muchos años antes de que nadie pudiera soñar con que la nación tendría en unas décadas un presidente afroamericano. «La lucha es por dignidad y trabajo. Por eso la brutalidad policial es tan amenazante. La más ligera descortesía por parte de un agente es una privación de dignidad», dijo en la época el reverendo.
«Esa frase es completamente vigente ahora. La actuación de la policía en Ferguson es inaceptable y ha provocado la escalada de la violencia. Las protestas tienen que seguir en toda la nación. Serán pacíficas esta vez. Pero tienen que seguir para pedir justicia y esa dignidad de la que hablaba el reverendo», concluye Virginia Ali, testigo de medio siglo de lucha por los derechos civiles en el país.
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