Gaorbe explica que primero fue a un restaurante donde su hijo compró un juguete de la máquina de bolas, que le costó un euro. Al niño le dieron otra moneda para sacar otro con la mala suerte de que este último estaba roto, así que lo comunicó a la ca camarera. "Ha ido y le ha explicado que el juguete que había sacado estaba roto. Se lo ha enseñado y la camarera se lo ha dicho a una mujer que estaba en la barra, que sería la dueña del local. Ella le ha dicho al crío que no podía hacer nada", cuenta, pero la actitud que mostró no le agradó ya que no tuvieron el detalle de cambiarlo y las formas no le convencieron. «Al fin y al cabo la máquina no será suya, pero te quedas con el juguete roto, le das un euro, el crío se saca otro juguete y quedas como Dios con nosotros. Luego con el dueño de la máquina ya le dices que estaba roto", lamenta y se quedaron el juguete que pudieron arreglar un poco para que su hijo se divirtiese.
Tras estar en el restaurante la familia se ha dirigido a otro local a tomar un café y ha vivido una curiosa situación. "Es es la segunda vez que vamos allí en nuestra vida, es decir, es imposible que la señora se acuerde. Hemos tomado un Cola Cao, un caña, una Coca Cola y un descafeinado, que lo quería con leche de soja", comenta y añade que la mujer, al no tener leche de soja, ha ido a buscarla a su casa.
Además, la camarera ha tenido otro bonito gesto: Hemos comprado un paquete de palomitas Jumpers y un mosto y, cuando nos lo hemos comido, le hemos dicho que fuera a por otra bolsa. El niño ha ido con los 2 euros a la barra y le ha pedido otro paquete. Entonces, la camarera le ha dicho que no hacía falta que lo pagara y que los invitara".
A Gaorbea le ha parecido «muy curioso» las dos formas de llevar un restaurante.
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