Un éxito y un esfuerzo colectivo de muchas personas que han estado trabajando para lograr su inscripción, confirmando que la cultura talayótica de Menorca es un ejemplo único de una civilización presente en su paisaje desde hace 4.000 años que merece ser protegida, conservada y rehabilitada para que las generaciones venideras puedan seguir disfrutando de ella. Tal y como afirmaba la arqueóloga Silvia Valenzuela Lamas, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la arqueología, no es solo la explicación del pasado, es una ciencia social y como tal, tiene impacto en nuestras vidas porque a través de ella podemos contribuir a encontrar explicaciones sobre retos actuales o, como mínimo, advertir sobre qué sistemas han funcionado, cuáles no y extraer conclusiones.
Casualidades de la vida, esta proclamación se suma a la de Menorca como Reserva de la Biosfera, en el momento que se cumplen exactamente 30 años de la efeméride. Un hecho que vuelve a poner de manifiesto esta conexión emocional que los menorquines tienen y han tenido con el territorio, con el paisaje, con su preservación, su conservación y su protección. No hay duda en señalar que el hecho de haber llegado hasta aquí genera un consenso a nivel social que nos enorgullece a todos de forma unánime.
Ahora llega el momento de las celebraciones, pero al mismo tiempo, proyecta nuevos desafíos que tendrán que gestionarse adecuadamente a partir de ahora porque la Menorca Talayótica, se convertirá en un poderoso imán para atraer definitivamente al turismo cultural, que nos servirá para alargar la temporada, poniendo en el mapa de opciones a la Menorca de invierno. Aprendamos a gestionar el éxito y los recursos adecuadamente, poniendo límites si hiciera falta, para que el tesoro que todo el mundo querrá conocer, no pierda esplendor.