La inflación está desbocada, situada ya en dos cifras (10,2%), y se prevé que se mantenga en términos parecidos a lo largo del año. La guerra en Ucrania, que parecemos olvidar cuando abandona el ‘prime time' y las portadas, sigue dramáticamente su curso, sin visos de solución. Y, ante el incremento de gastos que soportan tanto empresas como ciudadanos, los sindicatos amenazan con movilizaciones si los sueldos no se equiparan al incremento del IPC y el Gobierno sale al paso de todo con el anuncio unilateral de nuevos impuestos, a bancos y compañías energéticas.
Estos dos últimos episodios suponen nuevos obstáculos que el tejido empresarial deberá afrontar en un 2022 ya de por sí lleno de incertidumbre. Mientras los incrementos salariales siguen negociándose en cada sector, con los sindicatos y también el Ejecutivo, intentando llegar a acuerdos favorables a los trabajadores que no pongan en peligro la viabilidad empresarial, las medidas anunciadas por el presidente Pedro Sánchez no supondrán la salida a la inflación que padecemos todos. En cambio, perjudican claramente la confianza en España, como ya ha señalado la CEOE.
En estos momentos de incertidumbre, los empresarios españoles necesitamos seguridad jurídica, estabilidad y no cambios de rumbo constantes, sin previo aviso y sin consenso. El tejido empresarial no es ajeno a los problemas que genera una inflación que no padecíamos en España desde hace más de 30 años. Si en 2020 y 2021 las empresas ya vieron recortados sus beneficios en 100.000 millones de euros, este año ya son 7.000, según datos de Contabilidad Nacional. Por tanto, la rentabilidad empresarial, pese a los números que está ofreciendo la temporada estival, sigue lejos los niveles de 2019. Muchos empresarios fijaron sus previsiones con cifras anteriores a esta escalada inflacionista o a la invasión rusa y, en estos momentos, los sobrecostes que afrontan modificarán de forma drástica sus cuentas de resultados al término de presente ejercicio.
Además, el último informe de coyuntura de CAEB ha vuelto a señalar que la actividad económica de Balears sigue 9 puntos porcentuales por debajo de 2019. Una situación que, al término de la temporada alta, puede llevarnos a un otoño-invierno especialmente duro.
Las empresas baleares y del resto de España han mostrado una gran capacidad de resiliencia durante la pandemia. Algunas se han quedado por el camino y muchas siguen haciendo verdaderos equilibrios para sortear tantos obstáculos y recobrar la normalidad. Los empresarios mantenemos las manos tendidas para buscar soluciones, seguir generando riqueza y empleo. Pero subir impuestos no es la solución hacia la recuperación total. Esta llegará de la mano de todos, repartiendo los costes de una crisis salpicada por continuos sobresaltos.
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