Pese a los negacionistas, el cambio climático es una problemática ambiental tangible. Estamos en un mundo globalizado, con una población que año tras año va en aumento y que, por tanto, consume cada vez más. La Agencia Europea del Medio Ambiente señala que el desarrollo ha comportado, entre otros aspectos, un incremento del consumo de energía, más gases de efecto invernadero, que agrava el calentamiento global. Así pues, el mitigar el cambio climático es una responsabilidad compartida entre la ciudanía, los gobiernos y la empresa privada.
Hoy en día las organizaciones deben tomar conciencia de su impacto sobre la sociedad e incorporar dentro de sus políticas de Responsabilidad Social Corporativa la compra responsable, que tiene como objetivo la adquisición de productos más respetuosos con el medio ambiente, éticos y/o procedentes del comercio justo en sus procesos de producción o servicios. En este sentido, no solo porque es un factor que contribuye a mejorar la imagen corporativa, sino por puro convencimiento, en tanto que si quieren ser competitivas en el tiempo deben prestar atención a las nuevas demandas de los consumidores.
No en vano, el estudio “Otro consumo para un futuro mejor”, auspiciado por la OCU en colaboración con el Foro NESI de Nueva Economía e Innovación Social, señala que el 73% de los españoles ya toma sus decisiones de consumo por motivos éticos o de sostenibilidad. Además, si tenemos en cuenta las decisiones de compra de los millenials, que de acuerdo con un informe de Deloitte, estos consideran que las empresas y sus cúpulas directivas están más centradas en su propia rentabilidad sin considerar su repercusión social, la compra responsable y, por ende la RSC, ya no es cuestión de imagen sino de negocio.
La compra responsable implica que la compañía asuma un compromiso con su entorno. Debe tener en cuenta todos los efectos económicos, sociales y medioambientales de cada una de sus acciones, desde el diseño del producto hasta el final de su ciclo de vida, y priorizar el consumo de proximidad.
De este modo, la empresa contribuirá a la economía circular, un modelo que prima el aprovechamiento de recursos y la reducción en el consumo de materias primas, en contraposición al modelo económico lineal que se basa en la extracción, la producción, el consumo y la eliminación, tal como sostiene la Fundación para la Economía Circular.
En definitiva, la compra responsable es una cuestión fundamental para las empresas. No se trata de filantropía, sino de un aspecto que se debe integrar dentro del modelo de negocio de la compañía, ya que a medio plazo puede también redundar en la cuenta de resultados.
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