En los últimos meses se ha hecho una buena apuesta por mejorar las instalaciones, han surgido hoteles boutique en los núcleos urbanos, se ha aumentado la categoría de muchos establecimientos y se han realizado obras de acondicionamiento en otros tantos, pero si estas mejoras no vienen acompañadas de un servicio excelente, puede que haya sido en balde. Puesto que nuestro principal activo, lo que otros destinos no van a poder copiar nunca, es el personal, los trabajadores y trabajadoras de la hostelería y el turismo. La clave para sobresalir por encima del resto de la competencia está en diferenciarse a través de un servicio de calidad, único y excelente.
Hace unas semanas la patronal de Restauración de Mallorca reivindicó la necesidad de exigir una cualificación mínima obligatoria para los camareros, que serviría para reducir el abandono escolar y potenciar el nivel formativo de los trabajadores, una iniciativa que me parece muy acertada por todos los beneficios que reporta para el trabajador, para la empresa y para el cliente final. Se debería apostar por la dignificación y profesionalización de los trabajos de los camareros de sala, camareras de pisos, recepcionistas, animadores, etc., y aumentar la formación y capacitación de los mismos.
Además los hoteles deberían invertir en mejorar la calidad en la gestión de los establecimientos, como por ejemplo con la implantación de sistemas de calidad y ambientales (ISO 9001, ISO 14001, Travel Life, EMAS, etc..), realizar auditorias de Mistery Shopper (Comprador Misterioso), etc.