La aplicación del 75 por ciento al descuento de residente está muy bien, pero la tarifa plana sería mucho mejor. Así de explícito se manifestaba el Cercle d’Economia de Menorca en su última nota de opinión emitida hace unos días, en la que también defendía la declaración de servicio público en la conexión aérea con Barcelona. Una nota exprés que surgía después de conocer la posición de Bruselas con el dictamen jurídico que negaba la tarifa plana en Balears cuando en la isla de Cerdeña, por ejemplo, se aplica en el enlace con distintas ciudades italianas. Hoy la información fluye de manera generosa y las excepciones no se escapan a nadie, y menos a los menorquines, que hace demasiado tiempo que tienen que pagar un alto precio del peaje de su autopista aérea. Visto en conjunto se aprecia un avance en la conectividad interinsular en cuanto al incremento en el porcentaje de descuento, pero con ello no se resuelve, por ejemplo, el problema de los no residentes que deberían poder volar con las mismas condiciones que los residentes. Cuando hace unos años el anterior vicepresidente de CAEB Joan Melis afirmaba que la solución al problema aéreo que afecta a Menorca solo se podía solucionar con un acuerdo de Estado, estaba dando en el clavo. Si desde Madrid no mueven ficha, nosotros no podemos avanzar en el tablero, así de triste, así de crudo. Porque aunque el ministro Íñigo de la Serna quiera sacar pecho en su empatía con el problema, no hay que olvidar que el descuento interinsular actual del 75 por ciento se consiguió tras la reivindicación de Canarias. La Alta Velocidad Española ha sido uno de los mayores logros de este país a ojos de todos sus ciudadanos y para mayor gloria del Gobierno y del Ministerio de Fomento por el apoyo billonario para que fuera una realidad. Sin embargo, todo este esfuerzo inversor no puede ser visto con los mismos ojos de benevolencia cuando se vive en Menorca por el trato discriminatorio que supone para los que no residimos en la Península. El economista Gabriel Subirats enfocaba el problema todavía más en la visión desenfocada de la Unión Europea para contribuir a solucionarlo. La cuestión no es la defensa de la competencia de los mercados en un debate como la tarifa plana, sino que la fuerza moral tiene que venir argumentada desde la capacidad de ofrecer oportunidades reales y efectivas a la gente que vive en Menorca, aislados y discriminados de los cielos y la aeronáutica.