Hace casi un mes que los sindicatos y la patronal del sector de la hostelería en Baleares firmaron un acuerdo histórico en virtud del cual unos 140.000 trabajadores del sector verán incrementado su salario en los próximos cuatro años en un 17%. Este acuerdo ha sido aplaudido por muchos, pero no ha sido bien acogido por otros sectores.
Desde mi punto de vista, en momentos de crisis toca “apretarse el cinturón” a todos los niveles para que las empresas puedan tener una cuenta de resultados que no quede muy afectada (reestructuraciones, congelaciones salariales...), ya que no acompañan los ingresos. Pero en momentos en que ingresos y beneficios empiezan a coger velocidad de crucero se deben socializar esos beneficios. Y estamos de acuerdo en que al sector turístico balear, y en especial el de la hostelería, no le va mal en los últimos años.
Voy a exponer una definición sencilla pero muy clara de qué se entiende por Responsabilidad Social Corporativa: es la forma de conducir los negocios de las empresas que se caracteriza por tener en cuenta los impactos que todos los aspectos de sus actividades generan sobre sus clientes, empleados, accionistas, comunidades locales, medioambiente y sobre la sociedad en general. Es lo que se denomina los grupos de interés.
El objetivo de la Responsabilidad Social Corporativa es integrar las expectativas y necesidades de estos grupos de interés en la gestión de la empresa. Identificar, valorar y gestionar las expectativas de los grupos de interés, especialmente en relación con los impactos económicos, sociales y medioambientales.
El concepto de Responsabilidad Social Corporativa ha ido evolucionando en el tiempo desde que en los años 70 del siglo pasado se empezó a asentar la tendencia empresarial de devolver a la sociedad lo que la sociedad había aportado a la empresa. En los años 90 el británico John Elkington ya hablaba de la triple cuenta de resultados que deben tener en cuenta las empresas, es decir una cuenta de resultados basada en tres fundamentos: el económico, el social y el medioambiental. A principios del siglo actual el estadounidense Michael Porter ya habla de la Responsabilidad Social Corporativa como fuente de ventaja competitiva. Y por lo tanto es un concepto para integrar en la estrategia de la empresa.
Actualmente numerosas empresas, tanto del ámbito privado como público, se encuentran en un proceso de desarrollo e implantación de una política propia de RSC. Está demostrado que a quien integra este concepto en la organización le va mucho mejor en el mercado, en sus beneficios, en el pago a los socios….
Ello implica el cumplimiento obligatorio de la legislación nacional e internacional en el ámbito social, laboral, medioambiental y de derechos humanos, así como el desarrollo de cualquier otra acción voluntaria orientada a la mejora de la calidad de vida de sus empleados, las comunidades en las que opera y de la sociedad en su conjunto.
Un gobierno corporativo socialmente responsable, un buen gobierno empresarial, busca la satisfacción, no solo de los accionistas, sino de los grupos de interés, asegurando el diálogo y el establecimiento de relaciones con todas las partes. Su objetivo es asociar la creación de valor económico con el compromiso social de la actividad empresarial.
Financiar una escuela en la selva de Iquitos o pagar un hospital en Mozambique está muy bien como ejemplo de RSC. Pero el acuerdo de incremento salarial es un mejor ejemplo aún del concepto de buen gobierno desarrollado por los gurús de la RSC.
Tener un equipo humano contento y reconocido en la empresa es un activo intangible de valor incalculable que no está contablemente en el balance, pero luego aparece reflejado en el patrimonio de la empresa y en sus accionistas.