Ya está confirmado, el primer borrador del impuesto sobre estancias turísticas ha visto la luz.

La izquierda que gobierna, apoyada por la que no figura en el gobierno pero que manda mucho, se prepara para hacer lo que mejor sabe hacer: crear impuestos nuevos y subir los existentes.

Argumentan que las necesidades son muchas y urgentes para nuestro medioambiente, pero no consta nada concreto. Todavía no se sabe cuáles son, ni cuánto cuestan, pero sí sabemos lo que hay que esquilmar al contribuyente. Estamos ante un proceder clásico: primero te quitan el dinero y luego ya decidirán en qué se lo gastan. El nombre que han buscado, es de campanillas: “Fondo para el impulso del turismo sostenible”. Denominación andrógina y elegante.

Es un impuesto finalista, se clama. Para impuesto finalista, el canon de saneamiento de aguas. Es finalista por excelencia, lo llevamos pagando 25 años, y no hay manera de tener unas infraestructuras de depuración y suministro de agua como toca. Comentario adicional: los fines de este impuesto son todos los de la Constitución española, no falta ni uno. El impuesto es el comienzo de un nuevo declinar de Balears como destino turístico. La pérdida de competitividad relativa será, a lo largo del tiempo, decisiva. Los actuales gobernantes se apoyan, supongo que sin querer, en el Estado Islámico, que mantiene a los destinos del norte de África en estado catatónico. Cuando se acabe, acabará la fiesta, y entonces veremos los efectos reales del impuesto.

Siempre es lo mismo: pedir más dinero al desangrado contribuyente. No se habla de planes de reasignación de personal, de mejorar la eficiencia de los servicios, de utilizar mejor los recursos de los que se dispone, de revisar qué servicios se deben prestar... Solo se oye hablar de conseguir más y más financiación, más recaudación, más dinero, y sea cual sea la cantidad, nunca es suficiente. Menos mal que el llamado “impuesto al sol” no tiene nada qué ver con el sol y playa. Nunca hubiera imaginado que el hecho imponible de un impuesto pudiera ser tumbarse al sol, y de momento, parece una actividad a salvo de la voracidad fiscal. Ya veremos, porque el apodo puede dar ideas.

Pesimismo y desilusión es lo que produce el porvenir que atisbamos en el futuro próximo. Vivimos en un territorio cada vez más esquilmado por unas autoridades que no saben qué inventar para cobrar cada vez más impuestos.