En la década de los 50, Antonio Tur, Antonio Arabí y Joan Planells “Daifa”, que eran propietarios de dos alfarerías (una ubicada en Can Planas y otra en Can Clavos, donde actualmente se encuentra la fábrica) decidieron crear la empresa junto a Antonio Roig y Vicent Serra Tur. Preveían ya “la demanda que supondría el desarrollo urbanístico de la isla”, explica Vicente Serra Tur, que ejerce de administrador. “Básicamente, y a grandes rasgos, Antonio Arabí y Joan Planells aportaron la experiencia y el conocimiento; Antonio Tur, la materia prima, y Antonio Roig y yo nos encargamos de la actividad comercial y la asesoría”, aclara.
ACTIVIDAD INICIAL. En sus inicios, Ladrilleras Ibicencas compaginaba la producción de alfarería y utillajes domésticos con la producción de cerámica estructural “destinada a la construcción”, aunque Serra apunta que desde finales de los 50 se centraron principalmente en la fabricación de ladrillos con una producción inicial de 5.000 toneladas anuales, que llegaron incluso a las 40.000 por año en los años previos al inicio de la crisis económica, que tanto está afectando a la construcción. “Esta crisis sectorial nos ha situado en producciones de los años 60 con alrededor de 10.000 toneladas anuales”, asegura Serra, quien afirma que “afortunadamente” se han ido adaptando “a las exigencias de este ciclo económico” con una “única salida: ajustar costes en todos los ámbitos”. “En la actividad de la fabricación y venta de materiales de construcción estamos hablando de instalaciones industriales que requieren mucho espacio, mucho capital para invertir en maquinaria y personal especializado. Me atrevo a decir que las industrias del sector estamos con respiración asistida a la espera de una mejora coyuntural que permita una maduración sana de las empresas”, señala el administrador. Esta mejora, sin embargo, no pasa por volver a los niveles de construcción que se vivieron “entre los años 2003 y 2008, un periodo que ha hecho mucho daño en general”. Precisamente, para ahorrar costes en la fabricación, el año pasado decidieron cambiar su forma de producción con gasóleo por biomasa (un 85% de biomasa sólida, pellets o astillas de madera, y un 15% de biomasa líquida) para el horno y los secaderos donde producen los ladrillos.
“El año pasado, el precio del fuelóleo fue el detonante para buscar soluciones. Y esto es importante porque de haber seguido con el fuelóleo posiblemente ya no podríamos tener la planta en funcionamiento”, sentencia Serra, quien asegura que aún están en el proceso de cambio hacia la biomasa, por lo que la inversión hecha “es difícil de cuantificar”.
“Hay muchas horas dedicadas a la prueba de nuevos diseños, sobrecostes en el mal uso de algunos combustibles... es un proceso en evolución en el que se ha llegado a un punto de viabilidad, pero no de optimización, por esto creo que es difícil hablar de cuánto nos ha costado”, afirma. Durante sus casi 53 años de existencia han cambiado su modelo de producción cinco veces, desde los hornos morunos iniciales al horno de túnel que usaban antes de pasarse a la biomasa.
BIOMASA. Por el momento, han producido con biomasa de julio a diciembre del año pasado y de abril a octubre de este año. El próximo periodo arranca en marzo del año que viene. “Esperamos que en el tercer periodo de actividad podamos sacar el mayor rendimiento a las kilocalorías de este combustible, que es muy particular. Todavía el cambio total a la biomasa no ha finalizado; nos queda mucho camino por recorrer”, explica.
Pero, ¿cuáles son las principales ventajas e inconvenientes que están encontrando en este proceso de adaptación al nuevo sistema? Entre las ventajas destaca el ahorro económico al dejar de usar gasóleo y el menor impacto en el medio ambiente, pues dejan de emitir CO2, con el que se genera una “mejora paísajística”. “Puedes llamar al distribuidor de gas o gasóleo para que te suministren el combustible, con el que seguirás generando una emisión de CO2 a la atmósfera y pagar un sobrecoste sobre el precio del combustible. O también podrás llamar a tu distribuidor de biomasa y dejarías de emitir CO2, al tiempo que te ahorras una cantidad importante en la factura de combustible”, argumenta el administrador de esta empresa ibicenca, quien afirma que, más allá del ahorro (que aún no han cuantificado), se trata de “un cambio de actitud”. “La madera no provoca olores, ni gases peligrosos, es limpia y se puede producir en la isla de manera sostenible, además de generar puestos de trabajo y una mejora ambiental y paisajística que se centraría en el correcto aprovechamiento y mantenimiento del bosque”.
Sobre los principales inconvenientes que han encontrado, Serra comenta que han intentado consumir astillas de madera local “sin éxito”. “Hemos adaptado la industria a un nuevo combustible suponiendo erróneamente que se podría aprovechar la madera de la isla directamente”, sentencia.
DIFICULTADES. La razón del porqué no pueden aprovechar la madera de la isla se centra en que para que los pellets se destinen al uso de combustible se necesita “un proceso de molturación y secado que requiere una inversión importante y que, de momento, no está disponible en Eivissa; es el eslabón necesario para conjugar la explotación forestal y el consumo generalizado de biomasa local para que sea usada tanto en el ámbito industrial como en el doméstico”.
La mayor parte del combustible de biomasa que usan es sólida, mientras que un 15% es biomasa líquida, un aceite vegetal ya usado “que suministra un gestor autorizado y su origen es la recogida en establecimientos hosteleros y contenedores destinados a eso”. Según explica el administrador de Ladrilleras Ibicencas, tras un proceso de decantación de sus fases sólidas, junto con un filtrado y agua, se puede utilizar como combustible. “Además hemos experimentado con relativo éxito la adición de orujillo de aceituna de una almazara local. Pero, por el momento, no puedo asegurar que su consumo nos aporte algún beneficio aparente”, precisa. Según señala, los incovenientes son más “técnicos y logísticos” debido a “la falta de experiencias de este tipo para contratar los resultados con otras industrias del sector. Sí que hay aplicaciones parciales, pero no a nivel integral como hemos hecho nosotros”.
A pesar de las dificultades que han encontrado, Serra califica como “satisfactorio” el cambio hacia este modelo de producción. “Lo recomendaría a las empresas de Balears que lo estén valorando”, añade.
ADMINISTRACIÓN. Esta reconversión ha contado con el beneplácito de la autoridad competente, el Govern. “Presentamos el proyecto al Govern y por extraño que parezca no hubo ninguna traba, al contrario, felicitaciones y reconocimiento. Además sorprendió gratamente a la comisión balear de medio ambiente”. Para poner en marcha este proyecto no solicitaron ningún tipo de subvención al Govern, pero no lo descartan para, en un futuro, realizar alguna mejora.
El administrador reconoce que “es muy difícil” para una empresa dedicada a la industria convivir con el sector turístico y servicios, el principal en las Pitiüses. “En mayor o menor medida somos una industria molesta; no gustamos a nadie aunque seamos necesarios. Pero gracias a los avances técnicos que hemos implantado con el paso de los años (el último la reconversión hacia la biomasa) se han reducido ruidos, flujo de transporte, consumo de energía... En definitiva, a pesar de ser una industria considero que podemos convivir perfectamente en una sociedad destinada al turismo”.
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