David Gómez acariciando las teclas de un viejo piano.

Esta noche tendrá lugar, a las 22,00 horas en el Palau de Congressos d’Eivissa, el concierto de David Gómez, ‘1 piano y 200 velas’. El músico mallorquín, conocido por la escenografía utilizada en sus actuaciones, cargadas siempre de misticismo e intimidad, vuelve para llenar de magia las noches de verano.

Nacido en Suiza, Gómez empezó con la música a una edad muy temprana de la mano de Marta Christel y, posteriormente, estudió con el profesor Emilio Muriscot. «Proyecto mis emociones a través del piano», confiesa Gómez que está tan implicado con sus proyectos que incluso enseña a músicos a promocionarse y ofrece un curso para que éstos puedan conseguir actuaciones. «Por regla general los maestros nunca enseñan a sus alumnos qué hacer para conseguir conciertos, abrirse un mercado internacional o realizar grabaciones, así que decidí que yo debía cumplir este papel con la sociedad y ofrecer todo lo que pudiera para que otros músicos posean una carrera», explicó.

Gómez ofreció su primer recital a los 14 años y logró el reconocimiento internacional por la versatilidad con la que interpretaba a grandes maestros como F. Chopin o E. Morricone. La fórmula de ‘1 piano y 200 velas’ cuaja perfectamente entre el público que se funde en la perfecta armonía de la música y el ambiente. Faros, iglesias derruidas, edificios abandonados, estaciones de tren, ruinas históricas o playas son algunos de los escenarios románticos y especiales que ha utilizado Gómez en sus actuaciones. «Lo que realmente importa es el concierto en directo. Hay que espabilar y sorprender», defiende el artista.

A diferencia de muchos otros virtuosos del piano, Gómez, transmite con calma un hechizo poético que atrapa al público. «La música no es sólo una secuencia de sonidos melódicos, sino que debe contar una historia», opina.

El artista salpicará la geografía española con una gira de 40 conciertos para los amantes de la música de calidad y de los ambientes especiales. Su éxito es palpable y en cada lugar que visita se le van uniendo más adeptos incondicionales.