Punyet Miró acaba de publicar en catalán un cuidado volumen de más de 300 páginas en el que a partir de entrevistas con trece personas que lo conocieron y trabajaron con él, como el escenógrafo Joan Baixas, el escritor Pere Gimferrer o el crítico de arte francés Georges Raillard, quiere mostrar la faceta más humana del artista.
Asegura que lo más especial esta obra, editada por la Fundación Miró, es que «reivindica la verdad, es la esencia pura de un trabajado tapiz, de una escultura o grabado y también de Miró dentro de su estudio».
Eso es, precisamente, una de las ventajas de descendiente del pintor, haberlo podido conocer comiendo una paella o viendo películas como El gran dictador, de Charles Chaplin.
En este punto, Joan Punyet indica que veía a su abuelo como una persona afable y simpática en los encuentros familiares, pero era «hermético y distante, siempre con un punto de preocupación, taciturno y distante», lo que achaca, en parte, al reflejo de aquella época, a mediados de los años setenta, tras morir Franco y estar trabajando para la creación de la Fundación.
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