El poeta ibicenco Toni Roca. | EVA GOMEZ

Cerrada la serie sobre las estaciones y el amor, con clara referencia a la popular obra de Antonio Vivaldi, Toni Roca vuelve a publicar un nuevo libro de poesía: Expectatives valencianes a Via Púnica. Esta vez en la Col·lecció l'Argentera de Edicions Can Sifre. Con ilustraciones de Àngel Lloreda y dedicado «A Rosa Boluda Sanchís, inspiradora total -total- d'uns humils versets fets a la llum del Puig des Molins/Beverly-Hills». Un volumen en el que combina poemas de estructura formal más o menos ortodoxa con un buen número de prosas poéticas; textos todos con el amor como centro de gravedad y tema único de inspiración.

-¿Se cumplirán las expectativas del título o seguirá especulando sobre el asunto?

-Seguiré especulando, pero no al estilo de los malditos brokers de Wall Street, que nos quieren hundir en la miseria. Sí, seguiré en la brecha, para que se dé cuenta de lo que se está perdiendo. Torres más altas (y más valencianas) han caído.

-Con honestidad, ¿merece el amor tantos versos?

-Si viviera mil años, seguiría escribiendo poemas de amor; no sé hacer otra cosa; y además, no me interesa. La profundidad de pensamiento la dejo para las cabezas pensantes. Desde mi extraordinaria ignorancia, hablo -y pontifico- de lo que no sé: de amor y de sexo, que no es lo mismo, ¿o sí? La fiebre del verano me agota, me colapsa, me confunde. Viva, pues, el caos y la contradicción.

-¿A cuántas mujeres ha dedicado libros de poesía; le ha merecido la pena el esfuerzo?

-A cuatro; pero no le diré nombres, aunque lo sabe media Eivissa, algunos barrios de Nueva York y parte de Cuenca. Sí, ha merecido la pena, la tristeza, la desolación, la felicidad y las paellas que he compartido con ellas. ¿Es lo mismo gastronomía y sexualidad? Resultado: 4-1, 1-4 o 2-2; con prórroga de 30 minutos, y resuelto el drama a penaltis. Lógicamente, en el escenario incomparable del Nou Camp.

-¿Cómo de serio se toma usted el amor, la poesía y la vida?

-Mi respuesta es -inevitable y parcialmente- pedante, y no sé si digna de mí. El amor me lo tomo como una película de Rossellini; la poesía, como una historia de Dreyer; la vida, es una tómbola, ton, ton, tómbola. Y si además puedes pegar un polvo a las chicas de la Cruz roja, ni le cuento, mi joven amigo, ni le cuento.

-¿Cree que Eivissa le hace la justicia que merece?

-Diríamos que sí. Piense usted que el sólo hecho de ser socio de Ebusus, Museo Arqueológico de la isla, te da prestigio y te concede toda la gracia y justicia posible del mundo mundial.

-¿Tiene algún tipo de sueño literario sobre honores o reconocimientos públicos

-La verdad es que mis sueños son más bien eróticos: llevarme a la cama a Carla Bruni, seducir a la Carbonero, que tiene un culo estupendo; o, lo propio pero en Burjassot, a Mónica y a Teresa. En cuanto a los institutos, parece (pero sólo lo parece, que todo puede ser fruto de mi sueño privado de una noche de verano) que quieren ignorarme. Peor para ellos, porque Dios no les abrirá las puertas del cielo

-¿Con quién se lleva usted mejor, con Peter Pan o con Antoñita la Fantástica?

-Con Antoñita la Fantástica, pero sin olvidarme, claro, de Peter Pan. ¿Será bisexual?

-¿Por qué hay tanta gente en su nuevo libro de poemas, entre citas y dedicatorias?

-Porque sí.

-¿Qué tal se lleva con las nuevas tecnologías; se apaña bien con ellas?

-Más o menos. Mi primer profesor fue Carles Fabregat; con esto está todo dicho. Después, una chica muy guapa llamada Fina, o Joan Serra, me echan una mano cuando estoy en peligro de muerte. A todos, gracias.

-¿Se atrevería a hacer una crítica al Barça, aunque sea más bien pequeñita?

-Claro. En los largos años de miseria, el 80 por ciento la culpa era del Barça, de sus presidentes, de cierta prensa deportiva y de algunos culers. El resto, los árbitros, que aunque les duela a los del Real Madrid, jugaban con los merengues. De todas formas, el poder político (a uno más que a otro) protege al Barça y al Madrid. Es injusto, pero...